De Rosalba Villa
Cuán grande ha sido mi alegría, Abel, al recordar y ver las calles de mi amado Sopetrán en donde nací en 1951. Salí de allí en el 59, pero aún recuerdo cada una de las casas en que viví, sus calles empedradas, sus olores, su cielo azul, salpicado de nubes blancas.
Recuerdo cómo los domingos se llenaba la plaza de campesinos que llegaban a vender sus frutas y sus vegetales, producto de una tierra esplendorosa. Llegada la tarde deberían regresar a sus hogares, pero no sin antes pasar por la cantina para tomarse unos cuantos aguardientes y olvidar así el calor del día. Si el dinero no les alcanzaba, pues sus canciones de despecho escuchadas en la victrola arrancaban no sólo los hilos de sus corazones, sino también el haber de sus bolsillos, era ése el momento de ir a visitar a mi padre en su joyería de la esquina opuesta para empeñar lo único que les quedaba: su revólver. Bebían un poco más, decía mi padre, unos cuantos gritos a su partido favorito, sin medir las consecuencias y de nuevo al labrado de sus tierras. Te contaré en otra oportunidad el incendio en el almacén de Cepillo. Gracias, Abel, por permitirme viajar por mis recuerdos. Por favor corrige mi ortografía y puntuación pues va para 45 años de no ver ni hablar mi idioma.
Estimada Rosalba:
Tendremos que empezar por desenredar familia pues mi abuelo se llamaba Jesús Gaviria Villa. En la década del 50 quedaban allí sus hermanos, que nombraré en orden de partida hacia la eternidad, Raquel, Sixta Tulia (mi madrina), José Luis (a quien todos llamaban el doctor Gaviria, pero nadie sabía en qué era doctor, hasta llegaban con enfermos a la casa para que les recetara. Yo supe que era ingeniero cuando yo mismo iba a empezar ingeniería), Ester (maestra Jubilada), Tina (la esposa de Pedro Vieira y madre de Alicia y Félix) e Inés, (murió a causa de una fractura en el fémur, a mí me tocó recogerla en la iglesia cuando cayó, eso fue en noviembre de 1969). También vivían en aquella época, aunque no en Sopetrán Enrique (fundador de la Cacharrería Sagave, hoy Almacén Sagave), Carmen Emilia (la madre de los tres sacerdotes González Gavirias de quienes ya empezamos a contar las historias) y una monja que murió en clausura y de cuyo nombre no me acuerdo (ya la había mencionado).
Como le dije a Carmen Cecilia, en este blog aparezco con cuatro nombres y los explicaré pues ya había prometido empezar a contar mis propias historias.
Mi nombre de pila es Gabriel Escobar Gaviria, hijo de Gonzalo y de Carlota, hermano de María Elena, de Luis Gonzalo, de Jorge Mario y de Juan Diego.
Sófocles y Abel Méndez son dos seudónimos literarios. Con el primero escribo desde hace 18 años la columna Gazapera en El Espectador de Bogotá. Con el segundo escribí durante 13 años la columna Vista de lince en El Colombiano de Medellín y desde hace 15 la columna Taller del idioma en El Diario del Otún de Pereira. Cuando me suspendieron la columna en El Colombiano nació El Blog de Don Abel, dedicado principalmente a la corrección idiomática. La razón de esos seudónimos era para no revolver mi condición de empleado público de una empresa de servicios públicos, con unas columnas de crítica. Cuando dejé de ser empleado público, por mi jubilación, quise desaparecer a Sófocles y a Abel Méndez y no me lo permitieron en los respectivos periódicos porque dizque ellos (Sófocles y Abel) saben más español que yo, así que yo seguí con la ingeniería y ellos con el idioma. Tiromalo fue el apodo que me pusieron en la Universidad Pontificia Bolivariana cuando empecé ingeniería eléctrica en 1966, dizque porque mis chistes eran muy malos. Todavía se ríen de ellos.
Tú y yo coincidimos en Sopetrán en las vacaciones de julio y de diciembre, entre 1951 y 1957, después de 1957 mis viajes a Sopetrán fueron más escasos.
A raíz de este blog empezaré una visita mensual a partir de abril, pues este blog será conocido por el mayor número posible de sopetraneros en cualquier parte del Mundo donde se encuentren.
Hoy está en Sopetrán, por razón de las elecciones, Javier Brand Rivera, uno de los miembros del equipo de este blog, es de tu edad y vivió en la última casa del casco urbano enseguida del tanque del agua y enseguida de la casa que fue de mis tías donde quedaba el cuido ahí al frente de la propiedad de Primitivo Cañola.
Otro de los miembros del equipo vive en Sopetrán: el profesor José Aníbal Rivera.
Desde ya me pongo a tu disposición para lo que necesites de Sopetrán en mis viajes mensuales, como averiguar por alguien, tomar una foto determinada y publicarla en el blog, para ver cómo está hoy en día algo de interés.
Yo recuerdo que el almacén de Cepillo se incendió, pero desconozco detalles porque yo ya no vivía en Sopetrán y lo que supe fue por comentarios de la familia y por lo que salió en El Colombiano, así que bienvenida esa historia del incendio.