viernes, 30 de julio de 2010

Anécdota

Mi primer profesor de Física

Los que conocen mi curriculum vitæ, pensarán tal vez que le dedicaré esta anécdota a mi primer profesor de Física en la Universidad, ingeniero Juan Gómez Martínez. Se lo merece por buen profesor, por excelente persona y por el respeto y afecto que todos los colegas le profesamos. Pero no será por esta vez, pues es sabido que en bachillerato también tuvimos con anterioridad al de la universidad un profesor de Física. Entonces los que me conocen de más atrás pensarán que hablaré de mi primer profesor de Física en secundaria, el padre Ángel María Sepúlveda Niño SDB (q. e. p. d.), quien también se lo merece por las mismas cualidades del ingeniero Juan y al que los que fuimos sus alumnos le profesamos también admiración y agradecimiento. Pero tampoco será esta vez porque cuando el padre Ángel, cuyo cargo era maestro de novicios de los salesianos, dijo en una de las clases que ésa correspondía a estudiar la primera ley del movimiento de Newton o Ley de la Inercia, mi hermano Luis Gonzalo y yo ya sabíamos desde hacía nueve años de qué se trataba y hasta podíamos enunciarla, pero al menos yo, no quise darme ese banderazo ante mis condiscípulos del quinto bachillerato (hoy décimo grado) del Aspirantado Salesiano Santo Domingo Savio de La Ceja.
Mi primera clase de Física la recibí en la parte trasera de una camioneta “Pick-up”, o picop como la pronunciábamos, en el trayecto de la plaza de Sopetrán al Llano de Montaña.
Voy a situar la anécdota en 1953, pero pudo haber sido un año antes o un año después. Era el último día de nuestras vacaciones de julio (en aquella época eran en julio, ahora son en junio). Como era nuestra costumbre familiar, mi hermano Luis Gonzalo y yo las habíamos pasado en la casaquinta de las tías de mi madre, Raquel, Tulia, Ester e Inés, la penúltima casa de la calle José María Villa, allá en la salida para la planta.
Nuestro padre, Gonzalo, forastero en Sopetrán, pero muy apreciado por todos los que lo conocieron, fue al pueblo por nosotros que estábamos de siete y nueve años. Como el transporte de regreso lo arreglan los adultos sin que los niños tengan derecho a opinión, Luisgonza y yo fuimos a dar a la parte trasera de la camioneta ya mencionada mientras nuestro padre compartía cabina con otro pasajero y con el chofer que podría ser el dueño del vehículo. Pero falta otro personaje, a nuestra vista un adulto, los niños ven a los mayores como adultos y a lo mejor hoy en día colijo que hubiera sido un joven universitario al que también se le acababan las vacaciones ese día. El “señor” (las comillas indican que así lo veíamos nosotros los niños) tampoco alcanzó cupo en la cabina y le tocó sentado en el suelo de la camioneta y creo que hasta le dieron la responsabilidad de cuidar de los dos cachifos.
Completaba la carga de aquella camioneta unos bultos de maíz amarillo de los cuales algunos granos se habían salido y estaban regados donde nos sentamos los tres pasajeros de la retaguardia.
El viaje se inició en la puerta del almacén de Cepillo y ya en la bomba Luis y yo nos habíamos dado cuenta de que si tirábamos para arriba un grano de maíz, caía en el mismo sitio como si el carro estuviera quieto y el carro no le hacía el quite de tal manera que cayera en la calle; una y otra vez ensayábamos y los granitos insistían en comportarse como si el carro estuviera parado.
Después de uno de esos ensayos nuestro superior compañero rompió el silencio y dijo sin tono de ínfulas, sino más bien como de amable profe que quería dejar al par de sardinos con un conocimiento prematuro:
–Eso se debe a la Ley de la Inercia.
Y antes de que le preguntáramos qué era inercia y quién había promulgado esa Ley continuó:
–Todo cuerpo en movimiento o en reposo conserva su estado a menos que una fuerza externa lo obligue a cambiarlo.
Inmediatamente nos explicó que el maicito (tomó uno) estaba en el mismo movimiento del vehículo como lo estaban los bultos y también nosotros. Y repitió el enunciado, pero esta vez lanzó hacia arriba el grano y al decir “fuerza externa” le dio un batazo con la mano con lo que sí quedó fuera como nosotros pretendíamos. Aquel granito fue el primero en perder su aspiración de llegar a Medellín, luego le siguieron otros dos pues nuestro amable profe quiso que la lección nos quedara bien aprendida, lo cual se cumplió en el Llano de Montaña.
¿De qué hablamos durante el resto del viaje? ¿Pretenderán ustedes que yo tenga memoria de elefante?, pues no. No me acuerdo. Es posible que nos hubiera dado otra clase de cualquier cosa, pero lo que más me impactó a mí fue la Ley de la Inercia, por eso la conservo intacta en mi memoria.
Recuerdo sí que cuando íbamos por Palmitas y por Boquerón, yo hice sendos ensayos de la Ley de la Inercia para saber si no variaba con la temperatura, claro que esperaba que nuestro profe tuviera los ojos cerrados dormitando, pues me daba pena que me pillara desconfiando de su Ley de la Inercia. Nada, no fallaba: los granitos se seguían comportando como los primeros de la calurosa Calle Real, tanto en el friecito medio templado de Palmitas, como en el cuasipáramo de Boquerón.
El único pago que le he dado al improvisado profe durante toda la vida es recordarlo, porque todas las veces que puedo observar la ley de la inercia desde un vehículo recuerdo aquella clase. Cuando, por ejemplo, veo una mosca volando dentro de un bus sin que se dé de rabos contra el vidrio de atrás, eso es inercia. Cuando lanzó las semillas de una mandarina o de una naranja desde la ventana de un vehículo y ellas nos acompañan mientras terminan su trayectoria parabólica camino del suelo, eso es inercia.
Muchas veces he pensado que aquel joven (aunque lo viera entonces como un señor) es hoy en día alguno de los ingenieros sopetraneros que me preceden en edad y que posiblemente me habré encontrado con él en reuniones profesionales sin que sepa que es él.
Hagamos cuentas: Yo tenía siete años y le calculo a él de 20 a 22, ahora tengo 64… mi primer profesor de Física podría estar leyendo este artículo.

Gabriel Escobar Gaviria
Julio de 2010

Queridos paisanos, parientes y demás habitantes de Sopetrán:
Normalmente cuento este tipo de anécdotas en El Blog de Don Abel, pero ésta la conté aquí porque la pongo como ejemplo para poder ir armando la colcha de retazos que puede convertirse en una gran historia de Sopetrán.
Observen que termino mi relato mostrando el ansia de poder conocer algún día a aquel joven universitario que pudo explicarles a dos niños la Ley de la Inercia de Newton. No descarto la posibilidad de que hoy un hombre de 77 a 79 años esté leyendo esta anécdota y pueda alzar la mano para decir: “Yo tengo un recuerdo de mis 20 años según el cual yo les expliqué a dos niños en un viaje de Sopetrán a Medellín lo que era la Ley de la Inercia” y junta su retacito.
Cada uno de ustedes desde donde me está leyendo puede tener anécdotas parecidas y que creerá muy simples, pongámoslas que podremos tener sorpresas. Este blog se abre en promedio 44 veces al día alrededor del mundo y menos de 10 personas hemos hecho aportes.
Pena me da que me tilden de cantaletoso, pero esto es para todos no es sino perder el miedo. Y los actuales empiecen a contar lo que vean que eso será la historia de mañana. Si este medio hubiera existido en 1953 de seguro yo habría llegado a la casa y habría abierto el Blog: “Hoy un señor que venía con mi hermano y conmigo en la parte de atrás de un picop nos enseño la Ley de la Inercia”.

De la Secretaría de Protección Social

Programa Adulto Mayor
Sopetrán, antioquia

Uno de lo programas de la Secretaría de Protección Social de nuestro municipio, en cabeza de Silvia Elena Torres Rodríguez, es el de Adulto Mayor que propende por el bienestar de las personas que ya han hecho un largo recorrido en esta vida.
Expongo en esta entrada un documento que muestra las actividades desarrolladas con las personas mayores.
Tal documento se encuentra en la Página web oficial de Sopetrán y más concretamente en el este enlace: Programa Adulto Mayor. De allí, los que quieran conservar el documento como un recuerdo, lo pueden descargar en archivo PDF. Yo poseo una versión en archivo PPS que obsequio a quien me lo solicite al correo tiromalo@gmail.com
Este documento lo publicamos por una cortesía del secretario ejecutivo de la Administración, Humberto Herrera Machado.


¿Quien cree usted que hace estas bellezas de muñecas?


¿Los niños?


¿Los jóvenes?


Perdió! Estas bellezas de damas que conforman el grupo del Adulto Mayor en Sopetrán


También ejercitan sus músculos en el Palau


Una quinceañera no tiene nada que envidiar


Preparándose para el campeonato mundial de Waterpolo


Víctor Mora se quedó en palotes

Si conocen a alguna… Llámennos

 A trabajarrrrr


¡Quién se les arrima con estos palos….!

miércoles, 28 de julio de 2010

Semana de la discapacidad en Sopetrán

La Administración municipal de Sopetrán en cabeza del alcalde John Wílmar Villa Guerra determinó la celebración de la Semana de la Discapacidad para dar cumplimiento a las resoluciones 63/150 y 64/151 relacionadas con los derechos y con la dignidad de los discapacitados
Todo lo relacionado con esta celebración se encuentra en la Página Web Municipal, enlazada con este Blog y más concretamente con este enlace: Semana de la discapacidad.
Allí encontrarán el documento PDF donde se muestran las fotos que a continuación verán para quien quiera descargarlo y guardarlo como un grato recuerdo. Aquí lo expongo con la amable autorización de la Administración y de su secretario Ejecutivo Humberto Herrera Machado.

Niños discapacitados bailando




Pinturas realizadas por los niños discapacitados



Niños discapacitados en carreras de encostalados


A hacer ejercicio, arrrrr


Los niños discapacitados de Sopetrán tambien brincan



Aquí los tenemos juiciositos en la Casa de la Cultura


También participaron en el desfile de los 200 años

 

Bicentenario de la Independencia (3/3)




Celebración del Bicentenario
de la Independencia de Colombia

Sopetrán, Antioquia
20 de julio de 2010

Darío Sevillano Álvarez

Los presentadores del acto protocolario, anuncian la llegada de las últimas comparsas, a las bahías de la plaza.


La delegación municipal arriba a la bahía.

Llegan las últimas.


No parece la tercera edad, sino un grupo folclórico en plena acción.


Observen la solemnidad con que se marcha, al son de la música de las dos bandas.



La banda del Ejército, tuvo muchos admiradores.






La ofrenda floral que llevarán ante el busto de Bolívar


Entra la primera carroza.


Aquí se aprecia, con todo su esplendor.


Reaparece el Colegio José María Villa.


Su pomposa bandera.




Las delegaciones toman posición en las bahías.




A pesar del sol canicular, miren la gran cantidad de espectadores, que esperan el acto protocolario.


En el estrado, esperan que entre la última delegación.




Entre los árboles, la juventud se refugia del ardiente sol.



La banda del Ejército, toma su lugar para empezar el acto.






El minuto de silencio. El público se paralizó.






El señor alcalde, doctor Wílmar Villa Guerra, pronuncia su discurso, que fue una joya histórica (Ver la primera entrega)

.El Alcalde y el oficial de más alto rango, llevan la ofrenda floral para el Libertador.



Termina la ofrenda.




Una beldad, con vestido de la época, coloca la ofrenda.


Doña Margarita Rosa Luján, el genio constructor, que por detrás de las cortinas, planea y ejecuta, todo lo que tiene que ver la buena presentación de las comparsas, lee un proyecto que tiene que ver con lo que celebramos.


Mientras las mujeres que intervinieron en los hechos, de la Independencia, toman posiciones, disfrutamos del hermoso atardecer que nos regaló San Pedro.


Entre tanto se desenvuelve un diálogo por la libertad.




El Alcalde, la concejala doña Gloria Parra, y en el fondo el coadjutor de nuestra parroquia, disfrutan del acto.


Se prendió la rumba, con el Ballet de la Casa de la Cultura.




Después de los Llanos, la Costa Pacífica.






Qué bonito bailan nuestros muchachos.








Ahora el debut de nuestra banda.
















La tercera edad, mostrando sus energías.




En el centro de la fotografía, el director de la Casa de la Cultura, aquel que siempre se distingue por sus servicios comunitarios, por su entrega a todas nuestras causas y por su amor al perfeccionismo y a la belleza, conversa animadamente con dos ilustres personajes.

Cerramos esta entrega, con este elenco famoso, que se robó los aplausos





Queridos paisanos, parientes y habitantes de nuestro pueblo Sopetrán. Aunque don Darío acaba de cerrar esta entrega de de la conmemoración del Bicentenario yo no la puedo cerrar porque voy a poner los mensajes de felicitación que se han recibido desde la Fiesta de las Frutas. Lo haré después de dos eventos que hay pendientes: La semana de los discapacitados y el programa del adulto mayor.
Me parecen importantes esos mensajes, aunque no son muchos, porque muestran que nos están mirando. Y que están admirados de nuestra alegría, de nuestro folclor, de nuestra hospitalidad y de nuestro amor por el terruño.
Don Darío ya me cantó que viene más camello encima para este blog con las Fiestas Patronales.