Luis Fernando Múnera López
José
María Villa Villa, un campesino inteligente y trabajador, lleno de sueños por
cumplir, escaló las más grandes alturas de la ingeniería de su tiempo y dejó su
huella en el desarrollo de Antioquia, en especial del Suroeste y del Occidente.
José María Villa Villa
Conocimientos
matemáticos y científicos, ética, conciencia social, capacidad de análisis y
habilidad práctica fueron las calidades que lo distinguieron y le permitieron
desarrollar su profesión con tanto éxito y con tanto beneficio para la
comunidad
Nació
en La Siberia, la finca de sus padres, localizada sobre la ladera de la montaña
en la zona donde hoy está e corregimiento Horizontes de Sopetrán, a treinta
kilómetros del casco urbano y a 2.100 m. s. n. m. La casa aún existe, yo estuve
en ella y me emocionó sentir que esos fueron los terrenos, el paisaje, los
campos de cultivo, los caminos que vio, pisó y amó José María Villa. Su vida
transcurrió entre 1850 y 1913.
Paisaje del río Cauca y finca La Siberia,
cuna de José
María Villa.
(Foto de Cristina Salazar)
Es
un regalo inesperado para el espíritu encontrar que desde el corredor de esa
casa puede verse a lo lejos (tal vez a unos cinco o seis kilómetros de
distancia y mil setecientos metros más abajo) el puente de Occidente sobre el
río Cauca, maravilla de la ingeniería antioqueña, construido por él hace ciento
veinte años.
Villa
Ingresó a la Escuela de Artes y Oficios de Medellín y después a la Escuela de
Ingeniería de la Universidad de Antioquia. La guerra civil de 1876 obligó al
cierre de la Universidad. Ante la imposibilidad de continuar sus estudios en
Colombia y gracias al apoyo de Pedro Justo Berrío, gobernador de Antioquia,
viajó a Estados Unidos y se matriculó en el Instituto Stevens, en Hoboken,
Nueva Jersey.
La Siberia, en Sopetrán
Finca donde nació José María
Villa
(Foto del autor)
La
continuación de la guerra obligó a suspender la ayuda que el Estado le enviaba,
cuando apenas iba en la mitad de la carrera de ingeniería. Entonces recurrió a
una propuesta brillante y atrevida: solicitó a la institución que le permitiera
presentar los exámenes de las materias correspondientes a los dos años que le
faltaban. Contra toda lógica, la universidad le aceptó el reto y, contra todo
pronóstico, aprobó todas las pruebas y obtuvo el título. Fruto de la
inteligencia y la tenacidad.
Su
tesis de grado, sobre la Mecánica del calor, fue laureada. Rápidamente fue
reconocido en el exigente medio estadounidense como un gran talento científico
y práctico en matemáticas e ingeniería. Tomás Alva Edison, el gran físico e
inventor, lo conoció, lo apreció y repetidamente lo invitó a trabajar con él.
José
María Villa se vinculó como ingeniero en la construcción del puente colgante de
Brooklyn, en Nueva York. Allí no sólo aprendió la teoría y la práctica de estas
obras monumentales, que aplicaría más tarde en Antioquia, también observó cómo se
desarrollaban, sobre la marcha, a medida que el trabajo avanzaba, teorías y
técnicas nuevas para su
diseño
y construcción. Ese método de trabajo dejó honda huella en su espíritu
analítico y práctico.
Regresó
a Antioquia en 1880. Además de la inestabilidad política y las guerras, el
Estado estaba inmerso en una agitada ebullición social y económica. La
colonización antioqueña hacia el sur y el occidente, amén de las actividades de
minería, comercio y cultivo del café, hacían indispensable sortear el
aislamiento geográfico por falta de medios de comunicación. Éste era un
propósito tanto del Estado como de los empresarios privados.
El
río Cauca constituía una barrera de envergadura. Los viajeros podían cruzarlo
con gran dificultad y alto riesgo mediante barcas cautivas, vados o nado,
cuando las aguas lo permitían. El ingeniero Villa centró su atención en la
solución de las comunicaciones en el gran río.
Barca cautiva en el río Cauca,
para transporte de
personas, animales y carga.
(Dibujo de Hildebrand. Grabado de Moynet)
La
primera iniciativa concreta nació en Suroeste antioqueño, específicamente el
proyecto de un puente sobre el Cauca para el camino entre Jericó y Fredonia. Don
Alonso Ángel obtuvo el privilegio para construir y explotar esa obra en el
sitio Las Piedras, creó la sociedad constructora respectiva y contrató a José
María para emprenderla. Este puente colgante tuvo una importancia enorme porque
facilitó las comunicaciones entre el Suroeste y el resto de Antioquia, dando
paso a las recuas de mulas, el transporte de ganado y el tránsito de pasajeros,
fundamentales para el progreso de la región. La obra se hizo entre 1881 y 1885.
Puente colgante de la Iglesia, sobre el río Cauca
entre
Fredonia y Jericó. Obra de José María Villa.
(Foto Melitón Rodríguez)
Cuando
se terminó, la gente empezó a llamarlo el Puente de la Iglesia, por sus bellas
torres con arcos góticos. Algunas mujeres se negaban a cruzarlo sin cubrir su
cabeza con un pañuelo, por reverencia. Más adelante se llamó puente Iglesias. El
peaje que se cobraba para el paso valía quince centavos por cada caballo, mula
o res y cinco centavos por cada viajero de a pie o para el ganado menor. Esta
maravilla, ¡ay!, fue dinamitada en el siglo XX para dar paso a otra
construcción moderna.
Mientras
esta obra estaba en proceso, un grupo de empresarios buscó a José María Villa
para proponerle la construcción de otro puente sobre el Cauca en el camino
entre Yarumal e Ituango, en el sitio Pescadero. Obviamente, Villa consideró
difícil aceptar, por la enorme distancia entre los dos sitios, pero terminó recibiendo
el contrato. Inició obras en 1882. Sin estar culminado, el puente tuvo que
prestar servicio para el paso de tropas en la guerra de 1884 y 1885. Fueron
tiempos difíciles por las confiscaciones y falta de dinero generados por la
guerra. Villa tramitó préstamos en los que actuó como tomador y fiador.
Finalmente el puente se entregó en 1886. También se destruyó en el siglo XX
para dar paso a otra estructura. El sitio quedará inundado por el embalse de la
central Hidroituango.
Puente colgante de Pescadero, sobre el río Cauca,
entre
Yarumal e Ituango. Obra de José María Villa
Esos
dos puentes permitieron a la gente conocer de primera mano la calidad de José
María Villa, cuyo prestigio había llegado bien acreditado del exterior. Inclusive,
algunos representantes del Gobierno del Estado manifestaron que los trabajos de
este hombre eran impecables en su eficacia, economía, calidad y firmeza. Agregaron,
incluso, que la remuneración obtenida no compensó los sacrificios que se había
impuesto el ingeniero Villa en tan penosa labor.
Villa
se destacaba también como persona sencilla y amable, sobria en el vestir,
aunque orgullosa y respetuosa de su dignidad de ingeniero. La robustez de sus
obras daba fe de la firmeza de su persona y de sus conocimientos. Le gustaban
las tertulias con sus amigos, en medio de los aguardientes, en las cuales
conversaban agradablemente de todo lo que ocurría a su alrededor.
En
enero de 1887 el Ministerio de Fomento y el gobernador Marceliano Vélez
concedieron a los señores Gómez Hermanos y Braulio Chavarriaga permiso «para
construir un puente colgante sobre el río Cauca en el paso de La Pintada, en el
camino de Lomitas a Arquía, pasando por los distritos de Santa Bárbara y
Valparaíso». El sitio se llamaba así por una casa de hacienda cercana, la única
que tenía la fachada pintada. El contrato también le fue adjudicado a José
María Villa. La obra, culminada en 1892, permitió mejorar la comunicación de
Antioquia con el sur de Colombia y reforzar el transporte desde el Suroeste
antioqueño hacia el centro.
Le
llegó la hora a la obra cumbre del ingeniero Villa, con la que soñaron tanto el
joven José María como su padre allá arriba en La Siberia, su casa de
Horizontes: El puente de Occidente para unir Sopetrán con Santa Fe de
Antioquia. El gobernador Vélez estaba empeñado en mejorar las vías de Antioquia,
en este caso el camino de occidente, buscando salida al mar por Urabá.
Puente colgante de Occidente, sobre el río Cauca,
entre Olaya y Santa Fe de Antioquia.
Obra de José María Villa.
En
Santa Fe de Antioquia se conformó la Sociedad Puente de Occidente S. A.,
liderada por Enrique White y por el mismo gobernador, con la participación como
socios, entre otros, del Estado de Antioquia, Carlos del Corral, Julio C. del
Corral, Federico Villa, Julio Ferrer, Lucio Martínez y Alonso Ángel. Iniciaron labores
en noviembre de 1887. Villa estaba feliz y optimista. Sabía a lo que se
enfrentaba y ya había dicho: «La obra es practicable y está al alcance de los
recursos con los que podemos contar».
Para
garantizar esa factibilidad técnica y financiera, José María Villa se esforzó
en encontrar un diseño que se acomodara a la magnitud del puente, 291 metros de
largo, 167 toneladas de peso muerto y 95 toneladas de carga viva admisible. Y,
lo más importante, la selección de los materiales que cumplieran con la
resistencia, el peso y la durabilidad, y cuyo costo fuese accesible. Era
fundamental planear cuidadosamente cuáles materiales y piezas debería importar
y cuáles fabricarlos o procurárselos en la región.
El
sitio de la obra se convirtió en una verdadera fábrica. Montó dos tejares para
los ladrillos; varios aserríos para la madera de cedro amarillo, cedro negro y
comino; una trenzadora para los cables, y un taller de forja y fundición. Cada
una de las piezas se seleccionó mediante un riguroso análisis técnico y
económico: millares de tuercas y tornillos, péndolas de suspensión,
abrazaderas, guardacables, cables, alambres, varillas, galápagos, anclas,
piezas de madera y más. Contrató en la región los artesanos más expertos y
hábiles para cada labor.
Los
cables son el principal elemento de soporte de la estructura y merecen mención
detallada. Debían importarse, pues no había producción nacional, para
transportarlos en vapor hasta Puerto Berrío y desde allí a lomo de mula hasta
la obra. No podían venir trenzados, porque las mulas no podrían con el peso. Los
hilos de acero del calibre n.° 11 BWG se trajeron en rollos pequeños.
Mediante
ensayos de carga que les hizo a muestras del alambre, Villa calculó que debía
sostener el puente con cuatro cables, cada uno conformado por un total de 798
alambres o hilos individuales. Después de un cuidadoso análisis, decidió que
cada cable estaría conformado por 21 manojos de alambres y que cada manojo
contendría 38 alambres trenzados. Los manojos se amarrarían entre sí mediante
abrazaderas para formar un cable. De paso, digamos que la longitud total del
alambre requerido ascendió a casi un millón de metros.
Puente de Occidente
El puente se sostiene en cuatro
cables, cada cable está compuesto de 21 manojos y cada manojo, de 38 alambres
trenzados.
Esta foto muestra un detalle de los 84 manojos de alambres.
Para
el diseño del puente eran fundamentales las torres de apoyo y los anclajes de
los cables. Igualmente, la resistencia de la estructura contra los fuertes
vientos que soplan sobre el cauce del río. Para el diseño se ayudó de pequeños
modelos del puente a escala que montó a la orilla del cauce para observar su
comportamiento con el viento. Era indispensable conseguir que al soplar el
viento, el puente no oscilara como si fuera una hamaca y, menos aún, que fuera
a dar vuelta sobre sí mismo. Para ello había que comprobar la proporción
adecuada entre la altura de las torres y la longitud del puente, así como la
eficacia de los cables tensores laterales para contrarrestarlo.
Para
poner los cables de lado a lado del río, el ingeniero Villa tendió sobre el
cauce un puente peatonal de treinta centímetro de ancho y un cable delgado
sobre el cual se desplazaba una polea o roldana, de su invención, que jalaba
lentamente el cable. Seleccionó cuidadosamente los trabajadores que harían este
delicado trabajo, no podían sufrir vértigo.
El
puente se entregó el 27 de diciembre de 1894. Hasta el lugar llegaron gentes de
Santa Fe de Antioquia, de Sopetrán y de Medellín, en alegres grupos. El día era
una fiesta. En presencia de la concurrencia, encabezada por el gobernador de
Antioquia y el obispo de Santa Fe de Antioquia, se hizo la prueba de carga de
la estructura, metiendo en ella un elevado número de reses, que quedaron quince
minutos mugiendo y pateando. El examen posterior mostró que la estructura no
había cedido con la carga. El público estalló en aplausos y en gritos de «¡Viva
José María Villa!», a los cuales éste contestaba: «¡Que beba!».
La
presa de la central Hidroituango se está construyendo actualmente, segunda
década del siglo XXI, a unos setenta kilómetros aguas abajo del puente de
Occidente. Es pertinente mencionar que la altura de esta presa se limitó de tal
manera que el embalse no fuera a inundar esta obra maestra de la ingeniería.
Para
cerrar retomo la reflexión inicial, aquella en la que destaqué las cinco
principales características de la personalidad y el carácter de José María
Villa. Pienso que el ejemplo de su vida entregada al estudio y al trabajo, su
capacidad de análisis, su sentido práctico de la ingeniería, su honradez a toda
prueba como individuo y como ingeniero, hacen de él un paradigma, un modelo de
vida. Antioquia siempre estará en deuda con él.
Estos cuatro puentes colgantes
sobre el río Cauca fueron mojones en el camino del progreso de Antioquia. No
fueron fáciles, pero tampoco imposibles, pues en ellos se dio la conjunción
perfecta del liderazgo y los conocimientos de un hombre excepcional como José
María Villa, que supo acompañarse por artesanos y obreros hábiles y
experimentados en tareas de albañilería, herrería, aserrío, carpintería,
montaje de piezas, todos ellos trabajadores, osados, honrados y valerosos,
capaces de enfrentarse a grandes retos y esfuerzos titánicos. Entre otras cosas
¿qué es todo esto si no una síntesis del espíritu antioqueño? El de antes, ¿y
el de ahora?
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