Fotografías
literarias
(prosa)
Darío Sevillano Álvarez
Amanecer:
Son las cuatro de
la mañana, ya viene amaneciendo, los pajaritos cantan, la luna se levanta…
Así pudiéramos
describir esta hora, en la que más o menos empieza a verse una pequeña claridad
de la luz solar, a lo largo de la frontera oriental de nuestro suelo. El agua
susurra, al despeñarse por los riscos y organales de las cañadas, suavemente
pintada por la pálida luz de la luna, que deja hermosos colores, de las gamas cálidas,
frías y neutras, al tropezar con los bucles y remolinos que forman las piedras
y obstáculos, antes de llegar a la explanada.
Los búhos ululan
y las lechuzas gritan, para indicar el final de su larga jornada de graciosas
cacerías nocturnas, especializadas en el vuelo silencioso, el factor sorpresa y
la sagacidad óptica.
Las aves
comienzan el diario ajetreo de movimientos suaves, para hacer mantenimiento a
sus máquinas voladoras, inspiradas en la más sofisticada ingeniería biológica;
aplicando aquella vieja retahíla: «Una hora duerme el gallo y dos el caballo».
Publicada por la hoja vocacional que publicaran los padres eudistas llamada Adsum, que traducía ‘Presente’.
Los perros
regañan en solemne coro de multifacética elegancia, tal vez molestos, porque
terminó el descanso y lo gatos maúllan al compás del eco, en los griseados
techos, que apenas reciben una tenue y
desenfocada claridad.
El gallo canta,
anunciando que el lucero matutino, quiere trazar su ruta lumínica sobre los
cielos, con el empeño de recorrer su eterno caminar y atravesar el cenit,
cuando se parta el día.
El ruiseñor hace
una ronda de gorjeos especiales, imitando una sonora flauta para desesperar a
las arañas, sacarlas de sus escondites y hacer un suculento desayuno.
Los pájaros
entonan un concierto armonioso, parecido
a una polifonía, en donde la fuga y el contrapunto de la armonía musical se
juegan un papel principal, que representa la oración matinal, para dar gracias
a su creador por un nuevo día de vida.
A medida que el
tiempo pasa, como pasan las hojas del calendario, lo rayos solares van siendo
más visibles, y empiezan a dibujar, siluetas largas y prolongadas, de los
objetos que más tarde tomarán color, cuando el astro rey sea el dueño de los
espacios infinitos.
Las campanas
suenan el Ángelus, en ternas equiparadas y terminan repicando, en algarabía
majestuosa, conmocionando los cielos con el zumbar de sus acordes, para llamar
a los cristianos, a la reunión comunal que ofrecen las iglesias, con el fin de
dar gracias el supremo hacedor, por los beneficios que nos concede.
Las primeras
lumbres aparecen en el horizonte, ribeteando las colinas de formas caprichosas
y trazando mapas especiales con sus crestas verde azules y el campesino común
dirá: «Amaneció».
Un hermoso
desfile de mariposas multicolores, parecidas a una pública manifestación,
empieza a desplazarse, al compás de la luz y los sonidos y con sus policromadas
alas, esparcen la alegría, el diseño y todos aquellos secretos, que la madre
natura, les regaló.
Los destellos
solares producen la evaporación de la humedad de la noche y forman copos de
niebla, que lentamente se eleva y a su paso por las plantas, las saluda con las
gotas del rocío, alimento tempranero, que suavizará la sed en esos seres vivos
y los preparará para la larga faena, de doce horas de calor, que se acercan y luego se dirigirá
a las alturas para formar las benéficas nubes, a las que llamamos cúmulos, que
más tarde traerán las lluvias.
Los ámbitos se
llenan de luz; los campos, de verdor; la naturaleza revive; los hombres
despiertan; las máquinas crepitan; las aves baten el aire; el bullicio aumenta;
la luna pierde su melancólica lumbre y se convierte en un masa de arenas congeladas; todo indica que ha
llegado el día.
Sopetrán, 3 de diciembre
del 2009.