Acto de clausura del cumpleaños
Darío Sevillano Álvarez
396
años
El viernes 24 de febrero celebramos el acto cultural para
finalizar la semana del cumpleaños de nuestra ciudad.
Así lucía el atrio parroquial, en espera de la llegada de la comunidad, para iniciar el acto protocolario y la parte cultural de nuestra fiesta.
Es una lástima que una decisión de las autoridades eclesiásticas hubiera desmerecido la majestuosidad del acto, porque una celebración, de esta magnitud hubiera lucido más en las horas de luz solar, que en la oscuridad de la noche.
La bandera de nuestro pueblo, lucía en forma de cascada,
en las escalas centrales del atrio.
Los arreglos florales alegraban el espectáculo.
Las heliconias y las hojas de iraca,
se jugaron el papel principal.
Este es el plano medio del escenario.
Así lucía el plano profundo
del lugar de la celebración.
A pesar de que en las tres reuniones que tuvimos, para la elaboración del programa, habíamos acordado que en las bahías del parque no habría vehículos a la seis de la tarde y así se comprometieron las autoridades responsables de esa actividad; y el vocero de la Alcaldía, anuncio todo el día esa petición respetuosa a los conductores, las bahías estaban inundadas de carros a la hora de la celebración; ¿A quién le debemos descargar la culpa?
No estoy hablando por hablar,
estas son las evidencias que recogí.
La naturaleza nos regaló
esta hermosa tarde.
La Luna, Venus y Marte se alinearon
y nos acompañaron en esta celebración.
Por cada esquina del la plaza,
entraron algunas instituciones,
en forma de toma pacífica.
A pesar de nuestra petición formal a las autoridades y el clamor insistente del vocero de la Alcaldía, para que le calles por donde iban a entrar las distintas entidades, estuvieran libres de vehículos, la carrera Heliodoro Rodríguez, no dejó pasar a la ilustre caravana; al fin en medio del desorden, lograron superar la barrera, como se ve en la siguiente fotografía.
No fue muy exitosa la entrada de este grupo,
pero qué le vamos a hacer.
La banda infantil se prepara para la interpretación de los
himnos.
El parque está colmado de personas.
La alegría nos embarga.
Ningún ciudadano se quiere perder esta fiesta.
Otro de los acuerdos que teníamos con las autoridades, era que en el atrio solo estarían los bailarines y los presentadores y observen lo que ocurrió.
Las evidencias hablan solas.
La banda interpreta el cumpleaños.
Este equipo festeja.
La doctora Ana María Álvarez Peláez, acompañada de su secretario privado, fue la invitada de honor, porque el Honorable Concejo Municipal, la va a condecorar con el escudo de armas de la ciudad, en grado oro.
La mesa principal se dispone
para empezar la celebración.
Los carteles indican el motivo
de nuestra celebración.
El parque de banderas se sitúa
para dar comienzo al acto.
Las guías cívicas ayudan
a controlar a su majestad el público.
Los presentadores dos ilustres profesores
de nuestra Normal: don Rigoberto Echeverry
y doña Voctoria Mejía anuncian el primer punto.
La banda entona los acordes del himno nacional.
La mesa principal escucha con mucha emoción.
El señor alcalde, doctor Gerardo Vanegas Jaramillo,
hace un recuento de las obras
que ha realizado en su corto mandato.
En el cuarto punto me toca intervenir, con una charla didáctica
sobre el Sopetrán de la Prehistoria:
Palabras para la celebración
del Tricentésimo nonagésimo sexto aniversario de la fundación de nuestra ciudad.
Hubo una vez, un lugar
de la tierra, a orillas del Río cauca, en las vegas que hoy conocemos con el nombre
de los salados de Córdoba, una gran familia de americanos, que se estableció en
ese lugar, para vivir cómodamente, por espacio de unos mil años, antes de la llegada
de Cristóbal Colón a éstos lares.
Las causas más probables
de su ubicación en este espacio, fueron: La belleza del paisaje; la facilidad para
compactar la sal, por medio de la evaporación del agua; la fruticultura silvestre,
que se veía fácil de administrar; la cacería en abundancia, dada la gran cantidad
de bosques naturales, que pertenecían a la categoría de bosque seco tropical; el
emporio de la pesca, por la cantidad de grandes quebradas y ríos; y la tranquilidad
propia del lugar por la falta de competencia, con otras familias, que garantizaba
la ausencia total de los enfrentamientos y de las guerras.
Todo parecía sonreír
a estos humanos y empezaron a progresar aceleradamente: Su economía era muy próspera
y en ella manejaban el sistema de trueque, con las tasas de interés incorporadas;
cifraban su alimentación en la parte vegetariana, pero incorporaban las carnes de
monte y de pescado a sus dietas, que los hacían: hombres con mucha fortaleza y una
gran capacidad para montar las ciencias y la tecnología de la época; su agricultura,
apoyada en el cultivo del maíz con sus siete especies: Blanco, negro, amarillo,
de leche, de arroz, pira y pintado, la yuca, el plátano, el tomate, las frutas,
las calabazas y las plantas de aliño; sus ganados, los venados eran manejados con
mucha cautela, para que la especie, no se extinguiera y solo el cacique, concedía
los permisos especiales a cada familia, respecto al sacrificio de estos animales;
sus armas, las más sofisticadas del momento, eran concepciones perfectas para mantener
el cacicazgo entre las tribus vecinas: hondas, jabalinas, macanas, hachas de piedra
y de madera; los venenos se fabricaban a base de plantas y animales y su punto de
ebullición se constataba, cuando la persona anciana que los cocía, moría por efectos
de los gases tóxicos; medidas a la altura de las circunstancias, como el palmo,
el pie, la mano, la pulgada, la cuarta, el jeme, la vara, la yarda, el brazo, la
braza, y una medida de capacidad importantísima: el aba, algo así como una pucha
o medio litro; sus herramientas, a base de piedra, eran modelos de trabajo, como
el garabato que servía de arado, las tarabitas para hilar, las ruecas, las lascas
o bisturíes del momento, las ollas de piedra y de cerámica y una cantidad de elementos
que hacían las delicias de toda la tribu; su religión, una mezcla de muchas culturas,
por aquello de que descendían de invasiones, naufragios y todo tipo de peripecias
prehistóricas, la cual fue exterminada por los españoles a sangre y fuego, para
montar la religión católica; sus creencias en la eternidad del alma, la existencia
de un Dios, que cuidaba de sus hijos y los quería, la ley natural normal, en donde
se prohibía matar, robar, hablar mal del prójimo, no desear sus bienes y todas aquellas
cosas que un ciudadano de bien debe cumplir, cuando vive en sociedad; su idioma,
un dialecto con todas las de la ley, que fue desaparecido de la faz de la tierra,
porque el español, según decían, era más bonito; sus artes, que fuera de la alfarería
y la costura, tenían la música y la construcción de instrumentos, como: los tambores,
las maracas, los timbales y las flautas y ocarinas que hacían de barro, de madera
y otros materiales; sus viviendas subterráneas, construidas con la mejor tecnología,
a las que nosotros llamamos hipogeos; sus ciencias más avanzadas, como la astrología,
la meteorología y una aritmética rudimentaria; y su cultura, llena de vivencias
de todo tipo, que deslumbraron a Colón y a su equipo de maleantes.
También es importante
decir que somos americanos, no indios, por aquello de que Cristóbal Colón, tuvo
un error gravísimo, cuando llegó a las Antillas Menores y creyó que estaba en la
India y por esa razón, nos bautizó con el nombre de indios, que de ninguna manera
se puede aplicar a nuestra raza.
Con la llegada de
los españoles a nuestras tierras de Córdoba, terminó la prehistoria y nos metemos
en el cuento de la Historia Universal. El primero en llegar parece que fue el Señor
Francisco Herrera Campuzano, que venía con las funciones de gobernador de
Antioquia y oidor de la Real Audiencia, el máximo organismo de control, de las actividades
de la colonia española.
Cuál sería su sorpresa,
cuando piso las tierras de Córdoba y se encontró con una población pujante, organizada,
pacífica y receptiva. Era la coartada precisa, para montar allí un pueblito español
y apoderarse del emporio de riquezas, que estos nativos poseían y de inmediato,
procedió a fundar aquello que conocemos en los libros de historia, como: Viceparroquia
de nuestra Señora del Saladito de Córdoba, acto que se realizó el 22 de Febrero
de 1616, a las ocho de la mañana, en medio de una misa muy solemne y luego viajó
a las tierras del sur y fundó la ciudad de San Jerónimo, en las horas de la tarde.
No sobra decir que
con la fundación, se montaba una viceparroquia, un cura doctrinero, como se les
decía en la época, el padre Rodrigo de Santander, unas familias españolas, que se
posesionaran como dueños absolutos de todo lo que había, incluyendo los aborígenes,
como propiedad de los grandes señores.
En la actualidad,
nuestro pueblo afronta grandes amarguras económicas y sociales, circunstancias normales
en el momento que vivimos, esperamos, que solucionados estos problemas, podamos
seguir nuestra meta colectiva de la historia y logremos ser el conglomerado perfecto
que albergará, según dicen muchos sabios, un número muy ambicioso de ciudadanos,
por aquello de ser una ciudad dormitorio, que solo dista de la capital 38 kilómetros;
un centro internacional de turismo, porque tenemos: Elementos arquitectónicos, arqueológicos,
ecológicos, históricos y culturales, que nos ponen entre los mejores destinos del
país, acompañados de una buena infraestructura hotelera y la mejor buena voluntad
de nuestras autoridades y ciudadanos, para lograr que los visitantes, disfruten
de las maravillas de nuestro terruño.
Sopetrán, fue, es
y será, la gran ciudad construida en rocas firmes, como lo anuncia su nombre, Super
Petram, Ciudad montada sobre rocas muy finas y tal vez muy preciosas como lo demuestra
el nombre de nuestra Virgen, que cuando lo montamos en forma de acróstico, así lo
demuestra: Sardónico, ópalo, perla, esmeralda, topacio, rubí, amatista y ninfeo.
Sopetrán, Febrero
24 del 2012.
Darío Sevillano Álvarez.
El público escucha con mucho respeto.
Muchas personas se divierten
haciendo fotografías de todo lo que ocurre.
Este es el escudo grado oro que
impondrán a doña Ana María.
El representante del Concejo Municipal y su secretaria,
se preparan para condecorar a doña Ana María.
Todos la felicitan.
Visiblemente emocionada
se dirige al público.
La mesa principal cambia de tercio y se dispone a mirar la parte cultural de nuestra celebración.
El primer baile fue un tango, pero le podríamos decir: un tanganazo. Qué artistas tan famosos, los que tiene nuestra tierra.
La fotografía nos muestra
la calidad del baile.
Sin comentarios.
Las torres del templo, clavadas en la oscuridad de la noche, observan silenciosas este gran espectáculo.
El segundo baile, fue La leyenda del dorado y créanme, que nos doramos de emoción viendo la habilidad de nuestros balletistas.
Ante la grandiosidad del espectáculo,
sobran las palabras.
Atención, mucha atención…
Solo para personas cultas.
Gracias, amigos, por tan hermoso regalo.
Cada pose, nos transporta a la tercera dimensión.
Qué espectáculo tan maravilloso.
A continuación, un muestreo de
bailes autóctonos colombianos.
Qué placer, esto sí es cultura en nuestro terruño.
En cada muestra, se ve la calidad de los artistas.
En esta presentación, no hubo número malo.
Es una alegría saber que nuestros jóvenes
tienen las mejores cualidades de los grandes artistas.
Se prendió la fiesta.
Así terminó nuestra velada.
Luego fuimos invitados al Caserón,
a una cena en honor de doña Ana María.
Doña Marcela Londoño, la primera dama,
sentada muy cerca de la homenajeada.
Terminamos la jornada a las once de la noche.
Sopetrán, 24 de febrero del 2012.
*