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sábado, 23 de agosto de 2014

Segundo y tercer años de vida (cont.)

Continuación con el segundo y tercer años de vida
Darío Sevillano Álvarez

El siguiente paso es de vital importancia: le enseñaremos a respetar a sus amigos y familiares. Estas enseñanzas deben ser vivencias de familia, en donde le mostramos a nuestro pupilo que a las personas que nos rodean hay que respetarlas y quererlas.


A veces, nos tocará fingir, para que el niño aprenda. Por ejemplo: Si el niño está peleando con un amigo por algo que es justo, no lo apoyemos; es necesario ponernos del lado del amigo, así tengamos que sacrificar la razón del infante. En estos casos, después de arreglado el problema, iremos donde el amigo, sin la presencia del niño, le haremos ver, que no tenía la razón y que se la dimos, para enseñarles a los dos que los amigos no pelean.

Cuando el niño pelea con sus amigos o los estruja, es bueno aplicar una sanción, que lleve al infante a pensar que cometió un error y a hacedr  un prpósito de enmienda. La sanción podría ser privarlo de jugar con ese amigo, por espacio de uno o dos días.

Nunca cometamos el error de aplaudir esas malas acciones de nuestro protagonista, porque eso se traducirá en un mal comportamiento que el niño va a adquirir, para el resto de su vida.

Analicen con mucha serenidad las normas que estoy exponiendo, para que no cometan el atropello de maltratar al niño. Recuerden que cuando él, ve ese mal comportamiento de sus formadores, solo aprenderá a ser un ser repugnante a la sociedad y a la familia y todos se estarán quejando de sus malas acciones.


Conocí el caso de un amigo que aconsejaba a sus pequeños hijos así:

—No se dejan molestar de nadie, tengan un cuchillo listo, para que se los bajen de encima..

Cuando sus niños estuvieron adultos, dos de ellos fueron a pagar condenas, por asesinato. Mi pregunta es: ¿A quién debieran haber condenado?

Para lograr que el niño aprenda todas las normas de comportamiento que estoy enseñando, es necesario tener una buena dosis de paciencia, si nos desesperamos, perderemos el tiempo que llevamos enseñando y nuestro hombre se convertirá en un estorbo público.

Todos estos aprendizajes del niño, dependen de la buena voluntad con que sus formadores lo hagan; si la actitud del formador, es negligente, arrogante o muy de régimen militarizado, el niño se estará descomponiendo cada vez más.


Es muy importante, no caer en la mucha tolerancia; no ser indiferentes con el niño; no sobreprotegerlo; no rechazarlo. Aquí pudiéramos decir, como el adagio popular: «En el camino se ajustan las cargas».

Tres cosas son importantes en la conducción de un infante: Saber reprenderlo; no aplicar castigos dolorosos infamantes y un buen manejo de sus actividades diarias.

Como el niño en esta etapa es supremamente celoso, no podemos correr el riesgo de que pierda, la buena imagen que de nosotros tiene y por esa razón, debemos distinguir muy bien cuáles son las faltas que hay que sancionar y cuáles se pueden aceptar.

Cuando un padre de familia o, en su defecto, el formador de un niño, no tiene las cualidades que he venido anunciando, el niño no aprende; rechaza las costumbres que le estamos enseñando; no obedece, así lo acabemos a rejo y se vuelve bravo, agresivo y tímido.


Los niños muy rechazados o muy maltratados se vuelven tímidos, medio bobos e hipócritas; y sus padres o formadores, creen erróneamente que son muy dóciles, cuando de verdad, están planeando ser rebeldes en extremo.

Ahora que estoy terminando esta etapa, les digo algunas cosas importantes acerca del castigo:

Cuando un castigo se impone, debe cumplirse al pie de la letra; en caso contrario, estaríamos perdiendo el principio de autoridad, que debemos tener frente  al niño.

Si aplicamos un castigo y luego nos damos cuenta de que es injusto, hay que levantarlo de inmediato y presentar las debidas disculpas al niño, para que vea que somos justos.

Cuando uno de los padres aplica un castigo y el otro se da cuenta de que es injusto, no se debe hacer el pronunciamiento delante del niño, porque estaría desautorizando a quien lo aplica; esto se conversaría en privado, entre los padres o formadores.


Aquí es donde se conocen los verdaderos formadores, porque sus conversaciones, con el infante, le van aclarando todas estas dudas.

En esta etapa, es muy importante recordar que el niño es superceloso y quiere manipular a sus padres, para que todos los cuidados sean para él, pero si hay más hermanos, los padres deben mostrar que son iguales de cariñosos y de exigentes con todos; porque si centramos la atención en uno solo, esto hará que ese personaje, se pierda para siempre y tal vez, se vuelva un inútil, perezoso y buena vida; y que sus hermanos alimenten odios contra él y contra sus padres.

Esta etapa, es de suma importancia porque en ella el niño descubre las cosas y las personas y aprende a quererlas, aunque no las vea.

Es aquí, precisamente en donde le vamos a enseñar a nuestro protagonista cuáles son los demás miembros de la familia, que no están con nosotros, por ausencia o por muerte; cuáles son nuestros mejores amigos; de cuáles tenemos que cuidarnos; cuáles son las comodidades que disfrutamos, de acuerdo con nuestra posición económica, etc.


La madre y los que rodean al niño son los responsables de que aprenda a hablar y aunque su lenguaje no sea apropiado, sabe decir todo lo que quiere. Podríamos decir, que el niño es como los loros: «Que si saben lo que dicen; nunca dicen lo que saben».

Recordemos que para aprender un idioma, no se debe hacer con las normas fundamentales a bordo, sino memorizando palabras y tratando de juntarlas, para darles sentido de idea a las frases y cuando hacemos esto y lo dominamos, procedemos a aprender la gramática, la ortografía y la ortología.

Es posible que el niño, no sepa decir correctamente las palabras, como por ejemplo: por decir «escaparate», dice «escarapate»; para decir «almohada» dice «almuada»; o para decir «toalla», dice «toballa»; y al formar una frase puede decir unos errores, como: «mi pantalón esta rompido»; por decir: «mi pantalón se rompió»; «me estaba escaramando a un árbol»; por decir «me estaba encaramando a un árbol».

Voy a dar algunos ejemplos, para que no corran el riesgo de molestar al niño cuando hace o dice cosas que no son.

Pero lo importante del aprendizaje, es que el niño sabe expresar sus ideas.


A veces, cuenta historias que no han pasado; otras veces, cuenta cosas que ha realizado y que en verdad, no fueron así; dice mentiras y cosas fantásticas, etc. Pero todas estas acciones van conduciendo a nuestro hombre a su destino.

Como punto final, digamos que el desarrollo físico y la inteligencia del niño, no caminan al mismo ritmo, porque las dos cosas necesitan unas circunstancias especiales, para que puedan darse, como una buena alimentación, un buen trato, unos conocimientos importantes en sus formadores y la mejor buena voluntad para sacarlo adelante.



Sopetrán 11 de septiembre 2013.

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