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domingo, 4 de abril de 2010

El padre Gabriel Lalinde

Ya que Carmen Cecilia habló de locura, desenterré esta anécdota que comparto:
El padre Gabriel Lalinde fue el segundo párroco que tuvo la iglesia de Nuestra Señora de Fátima en Medellín. Su período pastoral allí coincidió con el tiempo que mi hermano Luis Gonzalo y yo pasamos en el Aspirantado (seminario) Salesiano de La Ceja.



Al iniciar las vacaciones, mi hermano y yo debíamos presentarnos ante él y después pedirle un certificado al finalizarlas para presentar a nuestros superiores de La Ceja. Durante las mismas, frecuentábamos la iglesia y ayudábamos en los servicios religiosos por la temporada decembrina.
Pasaron los años, mi hermano y yo abandonamos el seminario, otros párrocos se fueron sucediendo y la vida fue llevando su rumbo.
Un día, yo ya casado y una hija ya nacida, me encontré con el padre Lalinde en el atrio de la iglesia de San Juan de Dios en el centro de Medellín, donde él ejercía como párroco. Por lo aprendido en la Urbanidad de Carreño y reiterado por mis formadores salesianos, fui yo quien saludó al sacerdote.
–Padre Lalinde, ¿cómo está usted?
–¡Eh, avemaría!, ¡qué gusto verte! –me tronó con su inconfundible vozarrón, mientras en su mano derecha portaba el infaltable Lucky Strike– ¿Cómo has estado?
–¡Bien, padre, muy bien!
–¡Y ¿qué?, ¿ya trabajando?
–Sí, padre. Trabajo en EDA.
–¡Ah!, ¡muy bueno!, ¡muy bueno! Y ¿estudiaste alguna cosa?
–Sí, padre. Hice ingeniería eléctrica en la Bolivariana.
–¡Ah!, ¡muy bueno!, ¡muy bueno! Y ¿ya te casaste?
–Sí, padre. Me casé con la hija de Jaime Correa. –el padre conocía a mi suegro, pues ambos eran amagaseños.
–¡Ah!, ¡muy bueno!, ¡muy bueno! Y ¿tenés hijos?
–Sí padre. Ya tengo una hija, llama Marcela.
–¡Ah!, ¡muy bueno!, ¡muy bueno! Y contame una cosa ¿Quihay de Gabriel? Ese Gabriel era muy loco ¿no, hombre?
–Padre, yo soy Gabriel.
No recuerdo cómo se desenredó el padre del asunto, pero sí recuerdo haberle visto un rubor en el rostro. Hoy, casi treinta años después de ese encuentro y varios años después de que monseñor Lalinde (fue canónigo) regresara a la Casa del Padre, pienso que debí haberlo dejado inocente. No habría mentido si lo hubiera informado de que Gabriel seguía tan loco como de costumbre.
Julio 2 de 2005

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