Ahora nuestra ceiba de la plaza revive
Darío Sevillano
Álvarez
Por fin entendieron
que a nuestra ceiba de la plaza la estaba matando una angustia hídrica raizal.
Sinceras
felicitaciones a los que creyeron en nuestras súplicas.
Se alegran las gentes,
el ambiente de nuestra plaza es totalmente diferente y podemos garantizar que
nuestro árbol emblema seguirá en pie por muchos años.
En un sencillo informe
voy a explicar cuál era esa angustia hídrica de nuestro árbol emblemático, que
termorregula el calor y suaviza las angustias de nuestro clima tropical.
Apenas comenzaron a
ayudarles con el agua a través de unos huecos que hicieron en el piso de la plaza,
empezó a reverdecer.
Cuando publicamos los
artículos que tenían que ver con los problemas de la ceiba, hablamos de fenología,
es decir, de las distintas fases que el árbol ejecuta a lo largo de un año; en
ese informe dijimos que este es un árbol caducifolio, es decir, que pierde sus
hojas cuando empieza la época más seca del año y que pasados unos días, el
árbol florece, luego nos regala sus semillas que son del tipo voladoras, porque
están equipadas, de una lana que les permite desplazarse a cualquier lugar con
la ayuda del viento y por último aparecen los brotes de las nuevas hojas.
Observen que una parte
muy grande del árbol, estaba casi muerto, pero el precioso líquido hizo el
milagro de hacerlo brotar.
Pero para ejecutar
estas fases, el árbol necesita de una cantidad suficiente de agua, sin la cual
retrasa su labor y si la descuidamos, puede llegar a perder gran parte de su
frondosa copa.
No quiere decir que
todo el año hay que aplicar grandes cantidades de agua en los orificios, porque
cuando ella, tiene sus hojas, puede asimilar la lluvia y el rocío a través de
ellas; pero cuando bota las hojas, se queda sin esa protección y hay que
aplicarle bastante agua, para que el árbol sea capaz de florecer, regalarnos
sus semillas y brotar los pezones en donde vienen las nuevas hojas.
Sigo pensando en que
para esa época, en que el árbol está totalmente desnudo, se deben aplicar, por
lo menos cinco toneladas de agua en cada riega que se hace.
Claro está, que no
tienen que ser riegos diarios.
La razón que me acompaña,
para hacer esta afirmación, es el hecho de que estos árboles, en especial,
cuando están totalmente desnudos, acumulan agua en sus tallos, para resistir
todo el año, la falta del precioso líquido; esa acumulación de agua en los
tallos, es la que abulta el tronco principal y que le da a las ceibas el nombre
de bongas, porque parecen una barriga.
Todavía no sabemos si
esta parte del árbol vaya a florecer, que es un verdadero espectáculo en la
naturaleza, porque ellas a veces dejan de florecer dos o tres años, dependiendo
del buen clima que haya reinado en la región en donde viven.
En caso de no
florecer, tampoco dará semillas, porque ellas son una consecuencia lógica de
las flores en las ciencias botánicas.
Así son los orificios
que abrieron para alimentarla.
Si ustedes recuerdan
el último informe que dimos acerca de los hoyos que había que hacer para
alimentar la ceiba, dijimos que se debían abrir entre siete y diez metros de
distancia del tallo, porque las raíces de cualquier árbol, se extienden por el
suelo a una distancia un poco más amplia que el follaje, para poder tenerlo y
resistir la acción de los vientos.
No sabe uno cómo los
constructores de ese famoso parque, no tenían las más mínimas nociones de
ciencias bilógicas y se atrevieron a cubrir las raíces del árbol con tres capas
consecutivas de concreto, que de ninguna manera dejan pasar el agua de las
lluvias.
La razón principal del
colapso de nuestro árbol fue el hecho muy significativo de que en el momento en
que botó las hojas, se quedó sin el precioso líquido, por espacio de ocho o
diez meses.
Tampoco se imagina
uno, cómo personas que se ven cultas y hasta han pasado por las universidades
dicen que si la ceiba está rebrotando no se debe al agua que le están
suministrando, sino que ella, para esta época, lo iba a hacer sin la ayuda del
agua.
Alégrense, por la
hermosa resurrección de nuestro árbol de ceiba, que seguirá acompañándonos por
mucho tiempo.
Sopetrán, 5 de
septiembre del 2016.
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