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lunes, 16 de noviembre de 2015

Pinacoteca municipal sopetranera. 3

Tercer archivo

Carlos Mazo Argüelles


Biografía de Carlos Mazo Argüelles, ilustre poeta

Carlos Mazo Argüelles es uno de los grades hombres que ha dado la tierra sopetranera y, según la opinión de muchos, era poeta, declamador, escritor, educador y, lo más importante, un enamorado de la naturaleza.

Casi siempre estuvo viviendo, con gentes muy humildes y en lugares en donde se vivía en condiciones infrahumanas, como Vigía del Fuerte, Quibdó y Urrao, cien años atrás.

El nacimiento de Mazo fue en la carrera Leticia, en la casa que antiguamente perteneció a la familia García y que hoy pertenece al Señor Javier Arango, que manejó toda su vida la Secretaría del Colegio José María Villa, dos casas más abajo de la casa de la familia Jaramillo, en donde yo nací.

Su nacimiento fue el día 4 de noviembre de 1895, doce años más tarde del nacimiento de Porfirio Barba Jacob.

Sus padres eran don Francisco Mazo, un gran negociante sopetranero y doña Elena Argüelles, una matrona antioqueña de pura cepa.

Según palabras textuales de Gerardo Sevillano, mi tío, las gentes de los pueblos que visitaba lo llamaban cariñosamente Carlitos o Macito, y vivían enamorados de sus escritos, de su sonrisa, de su sabiduría y del estilo conque declamaba, porque todos al unánime decían siente lo que está recitando. Era un verdadero espectáculo acercarse a una tertulia en donde estuviera Macito, porque las gentes lloraban escuchándolo declamar.

Cuando solo contaba cinco años de vida, su familia partió para la ciudad de Medellín, buscando mejorar las condiciones de sus hijos y dejando atrás nuestras tierras llenas de luz y calor, que tal vez hubieran sido de mejor calidad, que aquellas en que le tocó vivir en su infancia y adolescencia.

Con solo ocho años de edad, empezó a recoger aplausos y felicitaciones por los poemas que publicaba en las revistas y volantes de la escuela en que estudiaba; pero en esa etapa tan floreciente, su familia tuvo que viajar a la ciudad de Urrao, un paraíso escondido que nuestro genio sabría explotar en sus escritos.

Cuando terminó los estudios de educación primaria, volvió a la ciudad de Medellín, para continuar con el bachillerato y fue así como lo matricularon en el colegio de San Ignacio de los Padres Jesuitas, en donde tuvo la fortuna de codearse con un antioqueño de muchas virtudes, méritos y saberes como era el político Gonzalo Restrepo Jaramillo que coincidencialmente, había nacido en el mismo año de nuestro protagonista.

Mientras cursaba sus estudios en este plantel se fue perfilando como un escritor, poeta y declamador con muchas capacidades y el gran público de la ciudad, empezó a ver en él, al gran poeta que se pudiera comparar, con Porfirio Barbajacob, Ñito Restrepo, Gregorio Gutiérrez González y otros de esa misma generación, que engrandecieron el departamento.

A la muerte de su padre, ocurrida en el año de 1912, tuvo que volver a Urrao y aunque fue un fracaso en la vida de los negocios, se convirtió en lo que de verdad era: un mago de las artes literarias.

En esta ciudad, funda el periódico: Ladillas, en donde se caracteriza por su capacidad para escribir, polemizar, conmover y controvertir.

En el año de 1916, empieza una carrera contrarreloj en la profesión de maestro, pero como él mismo lo advierte esa no es su verdadera misión y fue así, como recorrió muchos pueblos del departamento: Ciudad Bolívar, Anorí, La Estrella, Envigado, Betania, Jardín, Andes y Amagá, en donde no encontró ni paz, ni sosiego, porque estaba destinado para cosas más sublimes.

Los tres cargos más importantes que ejerció en su docencia, fueron: profesor de tiempo completo del colegio Carrasquilla de Quibdó, rector del instituto Manuel Uribe Ángel de Envigado, y director de la escuela de varones del municipio de Andes.

Para el año de 1921, según palabras de Gerardo, mi tío, Macito había recorrido todo el departamento de Antioquia, repartiendo la semilla de sus poesías, sus declamaciones y su forma de ser; esta razón es tal vez una de tantas, para que su obra esté en todos los recovecos del departamento y por eso no ha sido posible recopilarla.

Nuestro genio tenía una pasión por pertenecer a todas las tertulias literarias y él decía: «Que las tertulias lo habían hecho un buen poeta». Por esa razón perteneció a la del negro Cano, en donde conoció grandes poetas; La Gruta simbólica; El Mosaico; Los Trece Panidas o Tertulia de Manizales.

Para el año de 1922, Carlitos viaja a la ciudad de Quibdó y en esa hermosa urbe a orillas del río Atrato, escribe su Canto al Atrato, tal vez uno de los mejores escritos que hizo; también a partir de esta fecha escribe el Canto a Santa Rosa y el Canto a Gregorio Gutiérrez González, que lo hicieron un poeta famoso.

En el año de 1926, la alcaldía de Quibdó, publicó un libro que tituló: Poesías, con toda la obra de Mazo; de aquí partió para el caserío de Vigía del Fuerte, en donde pasó algunos años.

Entre 1926 y 1937, Mazo se dedica de lleno a sus andanzas y tertulias por muchas partes de Antioquia y del viejo Caldas; pero al final de su vida, regresa a Sopetrán enfermo, viejo y cansado de vivir y muere en su ciudad natal el día 10 de Julio de 1939.

Con este verso, Mazo describe su regreso a Sopetrán:

A ti, que estás escrito en mi memoria,
A ti, que con tus brisas me meciste,
Hoy, ¿qué te traigo?, ni siquiera gloria,
Pues vuelvo a ti desengañado y triste.

Este poeta, aunque es más profundo y filosófico que Barbajacob y otros grandes de nuestra querida Antioquia, no goza de fama mundial, porque como él mismo lo decía, no perteneció a los grades círculos políticos, no tuvo contacto con grandes magnates, y nunca estuvo en grandes ciudades o eventos, y la fama es una presea que hay que saber comprar y debe estar respaldada, con dinero, con mucha gloria o con buena pinta política.

Sopetrán está en deuda con este importante sopetranero, porque no hay un solo tributo de gratitud, que anuncie su gloria.

Uno de los reconocimientos que se le ha tributado, es que un buen sopetranero, el doctor Hernán Echeverry Coronado, hijo de la ilustre matrona, doña Ester Coronado y jubilado en el Senado de la república, escribió un libro al que llamó: Biografía y obras completas de Carlos Mazo.

Otro reconocimiento para exaltar la memoria de este ilustre genio, fue contratar al artista dibujante, pintor y escultor don Alfonso Góez González, para que esculpiera un busto de nuestro ilustre paisano, y fue colocado por primera vez, en la plazoleta que está cerca del banco agrario, pero ahí estorbó y fue trasladado al pequeño parque que hay frente a la casa parroquial, pero también sirvió de obstáculo, para quitarle belleza a Torres de la Asunción y fue trasladado para una de las eras del atrio parroquial, lugar al que van todos los bustos de nuestros grandes hombres, esperemos que en ese lugar se amañen con ellos y no los vayan a llevar, para un rincón de la casa de la cultura, a donde llevan todas aquellas cosas que no prestan servicios a los administradores.

Hay una de sus poesías que describe su lucha del diario vivir que él la apellidó Cansancio, que a la letra dice:

Anclado esta mi barco. . . Con que pujante vuelo
Rompiendo fue las olas del vasto mar jocundo. . .
Mas ya reposa inmóvil  tras el viaje infecundo
En éste golfo henchido de témpanos de hielo.
¡Qué juventud inútil! Qué estéril ese anhelo
De descubrirlo todo; y ese deseo profundo
De beberme de un sorbo los raudales del mundo
Y salvar en un salto las escalas del cielo. . .
¡Ah! ¡Qué cansancio inmenso! Ni el amor, ni la gloria,
Ni el “Vellocino de oro” ni el lauro de victoria
Me incitan en su loco frenético turbión. . .
Mi mano a veces, alzo para luchar. . . Y cede. . .
Ya en luchas y en amores, mi mano solo puede
Cerrarse en la caricia y abrirse en el perdón. . .




Sopetrán, 11 de octubre del 2015.





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