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jueves, 29 de agosto de 2013

Segundo y tercer años de vida

El segundo y el tercer años de vida
Darío Sevillano Álvarez


En esta etapa el niño comienza su desarrollo psicológico; aprende a tomar decisiones por sí mismo y, cosa importantísima, empieza a reunirse con la sociedad en que vive.
Pero lo más importante de esta etapa radica en que el niño aprenderá a ser obediente. Recuerden si no es aquí, nunca lo será. De la obediencia que le enseñemos en este momento de su vida, dependerá todo lo que el infante va a hacer con su personalidad obediente.
Es aquí cuando el padre de familia y, sobre todo la madre, van a imponer su principio de autoridad, para siempre y de esta circunstancia depende que algunos padres, muy acongojados digan:
—No puedo con éste muchacho. Esta porquería se me salió de las manos.
Uno de los grandes problemas de los docentes, radica en que cuando el niño llega a la escuela, no sabe ser obediente y esa personalidad, ya no tiene remedio, por aquello de que:
“Árbol que nace torcido, nunca su rama endereza”.


Pero la gran amargura no es precisamente que no obedezca, sino que como el maestro lo tiene que someter a unas normas de comportamiento, por aquello del reglamento interno del plantel, el niño prefiere retirarse, que obedecer.

Un alto porcentaje de la deserción escolar, tan nociva en los planteles educativos, es causada por ese mal comportamiento de los padres al no haber enseñado a su niño el factor obediencia.

Pero la gran maravilla de esta etapa, está centrada en que el niño aprende a ser aseado: no orinarse en la ropa; no defecar en los pantalones; mantener organizado el rincón de sus juguetes, etc.

Este aprendizaje, le cuesta mucha dificultad al niño, pero hay que enseñárselo con cariño y con firmeza, recuerden que de estas enseñanzas, dependerá el resto de su vida.

Para lograr nuestro cometido, nos podemos valer de pequeños trucos, como estos:

—Mi amor, si me cuantas cuándo vas a hacer pipí, te regalo un confite.


—Bebé, si me dices cuando quieres hacer popó, te doy una galleta.

—Si ordenas el rincón de tus juguetes, te puedo regalar uno nuevo.

No cometamos el error de castigar al niño, porque se orina o se ensucia en la ropa; estos castigos, le generarían problemas de impotencia y frigidez, en su vida adulta.

No se crea, que para educar al infante en estos aspectos hay que castigarlo con correazos, gritos, maltratos y otros castigos de dolor o infamantes, porque no es necesario. Solo hay que elevar un poco la voz o ejecutar una acción ligeramente brusca, como tomarlo del brazo y sacudirlo, para que entienda que le estamos dando una orden.

Recordemos que los castigos de dolor y los infamantes, es decir, aquellos que ofenden al infante, como las palabras vulgares, son muy peligrosos, porque generan odios que el niño puede conservar a lo largo de su vida, en contra de sus genitores y esa será una barrera eterna para lograr la comunicación amable entre los miembros de la familia.

Conozco el caso de un joven, que ya es adulto, que cuando tenía 13 años, su padre le dijo:

—Tú eres una porcelana muy estorbosa —refiriéndose a que era muy bonito, pero que no aportaba dinero para su crianza, en la actualidad el joven no vive con su familia y su madre sufre mucho por eso.
Tenemos que estar evaluando permanentemente estas acciones, para saber si el niño, las está aprendiendo, las está poniendo en práctica y, sobre todo, cómo las está recibiendo para montar las acciones que continúan en la formación de su personalidad.


Es éste el momento, para que le enseñemos al niño a ser independiente, es decir, que aprenda a tomar decisiones por su propia cuanta y que su madre no tenga que estar tan pendiente de él.

Esto, lo vamos a lograr con unos truquitos, que no son difíciles y que la personalidad de nuestro protagonista los va a asimilar muy bien:

Dejémosle que se desplace libremente por toda la casa, sin darle ninguna orientación.

Si tiene que subir o bajar unas escalas, no le ayudemos, pero estemos atentos para que no vaya a tropezar ni a caerse, pues cualquier percance que se le presente, irá en contra de su formación, porque el miedo de que le vuelva a pasar, no lo dejará actuar con tranquilidad.

Si el niño, está analizando algo, para conocerlo, esto es pura filosofía, no se lo impidamos, porque hace parte de su aprendizaje.


Si el niño quiere estar  en un lugar determinado de la casa, dejémosle y analicemos, que es lo que le agrada de ese lugar; también nosotros necesitamos aprender, cuales son los gustos del infante.

En esencia, es bueno dejar que el niño, en esta etapa, aprenda a hacer, por su cuenta, las cosas que hacía, con la ayuda de su madre. Este aprendizaje le permitirá, ser independiente y tener una personalidad estructurada.

Como conclusión, debemos decir: Es necesario, en esta etapa, obligar al niño a que tome sus propias decisiones, al igual que la familia lo hace y hacer que las tome de acuerdo con las reglas que le hemos enseñado.

Ha llegado el momento de presentar a nuestro protagonista a los demás niños de la familia y de la cuadra y es necesario tener mucha sabiduría para logar este encuentro. Es preciso recordar que el niño había nacido egocéntrico y aquí va a tener que dejar esa costumbre y aprenderá a ser sociable.


Posiblemente unos niños, resultarán muy tímidos; a esos tendremos que orientarlos para que se incorporen con los demás; otros serán extrovertidos, es decir, muy bullangueros y festivos; a esos tendremos que saber corregirlos, con acciones agradables, para que los demás no se sientan eclipsados por ellos; posiblemente algunos serán imperiosos, es decir, quieren mandar a los demás; a esos tendremos que ordenarles con cariño y con precisión, que esa no es la norma para vivir con los demás; estos últimos, posiblemente serán buenos líderes.

Fíjense cómo todo se puede lograr sin aplicar las normas de la vieja guardia, cuando todo se hacía a base de rejo o como decía el refrán: 

«La letra con sangre entra».

Es de anotar, y siempre lo entendí así, que esos niños que intentan manipular a todos los otros con quienes juegan, posiblemente serán unos grandes líderes, unos buenos empresarios y hasta se pudiera decir que unos buenos políticos o gobernantes.


Si el niño no comparte sus juguetes y los quiere todos para él, debemos enseñarle a compartir; pero en éste caso, no necesitamos la fuerza, sino el convencimiento oportuno y sabio:

—Préstale tu juguete a tu amiguito; él no te lo va a dañar; como se ven de bonitos jugando juntos, etc.

A medida que progresamos con la formación de la personalidad del niño, se nos presentan nuevos retos en los que será necesario aprender, los trucos correspondientes para llegar a estructurar, esa manera de ser de nuestro pequeño infante.

El paso que sigue, es empezar a contrariarlo, para enseñarle, que hay cosas que se pueden hacer y cosas que no se deben realizar, porque tiene que aprender las reglas del comportamiento humano, como ser sociable.

Recordemos aquello de que el niño sigue siendo egocéntrico y para sacarlo de ese estado, hay que contrariarlo, porque si los padres son condescendientes, con todo lo que el infante quiere, se les sale de las manos, para toda la vida.


Las técnicas para lograr este objetivo son las siguientes:

Si el niño está jugando con unos amiguitos y llega la hora del almuerzo, hay que parar el juego para ir a almorzar y después de dar la orden, no se puede dilatar el tiempo ni cambiarla; si esto ocurre, el niño no aprenderá a obedecer oportunamente.

Recuerden que hay padres llenos de amarguras por esta razón, porque a veces hablan con sus hijos y ellos ni siquiera se dan cuenta, que lo están haciendo.
Aquí es bueno anotar que una orden se da una sola vez, y si no es cumplida, hay que proceder a  hacerla cumplir, pase lo que pase; porque si el formador del niño se aguanta sus desplantes, con una vez que lo haga, estará más perdido que embolatado. Ese niño se va a mandar solo, como decimos en el argot popular.

Pero continuemos con las técnicas que estamos aprendiendo: Algunos permisos que nos piden, se pueden dar, sin que el niño se perjudique, pero es muy importante, negarlos, de primera mano, para observar las reacciones del infante; si vemos que acepta con tranquilidad la negativa, podemos decirle:
—Como eres tan obediente, te voy a conceder el permiso que estás pidiendo.


Con esta acción, salen fortalecidos los dos bandos, porque el niño fue probado en su obediencia y el padre conserva el principio de autoridad, tan desmejorado en nuestros tiempos.

Una buena estrategia, podría ser ordenar  al niño, que haga algo: descansar un rato; sentarse a ver un libro de dibujos agradables; no hacer tanto ruido con sus juguetes; hacer un pequeño trabajo; sentarse a ordenar sus juguetes; etc. Con esto estamos creando en el niño, el habito de manejar los horarios, tal vez, por aquello que enseñara San Pablo: «Tempus tacenci et tempus loquendi». Que traducido al Español, es aquella retahíla: Hay tiempo para comer, tiempo para dormir, tiempo para estudiar, tiempo para descansar, etc.
Es importante que los formadores de las personalidades tengan en cuenta que a los niños les hace falta contrariarlos, para fijar en su mente, que hay quien ordena y quien cumpla y que las órdenes del que lo forma son de obligatorio cumplimiento.


Insisto en que es malo, desagradable y muy peligroso dar estas órdenes, acompañadas del castigo de dolor o el infamante, porque el niño, no estará aprendiendo a obedecer, sino cuidándose del rejo y las palabras que le decimos. Esto equivale a decir que la formación del niño se estará destruyendo peligrosamente y podríamos aplicar aquella norma:

«No tengas miedo a desobedecer; cuídate del castigo de tu padre».

Pero hay un factor muy peligroso, cuando las órdenes se dan a base de castigo; el niño se está degenerando tanto, que dice:

—Voy a desobedecer, qué importa que me den una pela.

El paso siguiente, será enseñar a nuestro pequeño protagonista, las costumbres y creencias de la familia, del barrio, del pueblo, de la nación, etc.
Esto se puede lograr de muchas maneras: La principal sería, llevar al niño a los eventos para que aprenda haciendo.

Si hay un cumpleaños, nuestro hombre estará presente y le enseñaremos, que se acostumbra dar un regalo; si es un desfile, asistiendo a él, aprenderá el porqué de esa celebración con una pequeña historieta que le vamos a contar mientras trascurre el evento; si es la Navidad, el niño, que está con todos los miembros de su familia, aprenderá a celebrarla, cuando sea un adulto; si es un entierro, estará aprendiendo que a todos nos toca morir y que esta no es una de las mejores fiestas que celebramos; si nos acostamos o levantamos, debemos enseñarle a orar, cada uno en su credo, con el fin de estructurarle sus creencias religiosas; si es un paseo familiar, estará aprendiendo, que a veces el descanso, es muy importante.



No me identifico mucho, con aquello de meter al niño en un credo religioso, cuando él no es capaz de elegir; me gustaría, pero es un criterio personal, que los humanos, cuando son mayores, decidan cuál va a ser su orientación religiosa.

Es bueno advertir, que si los padres, no alcanzan a llevar a su niño a todos los eventos, por falta de tiempo o por falta de dinero, deben enseñar estas normas en las reuniones familiares, que a diario se hacen, en casi todos los hogares, con unas historias que sean bien agradables.



Sopetrán, Mayo 12 del 2013.

*
Nota del editor: 

Bien hizo mi amigo el Camello advertir que el penúltimo párrafo es su pensamiento personal, pues no es el del editor. Si Darío analiza este penúltimo párrafo, se podrá dar cuenta que tira por tierra todas sus enseñanzas de los párrafos restantes. ¿Para qué enseñar buenos modales?, que elija cuando sea grande. ¿Para qué enseñar a obedecer?, que elija cuando sea grande  y así todo lo demás.

Dice Salomón en el libro de los Probervios 22, 6: «Institue adulescentem iuxta viam suam; etiam cum senuerit, non recedet ab ea». ‘Instruye al adolescente en su camino, que aún de viejo no se apartará de él’. Palabra de Dios, te alabamos, Señor.

Y hay un aforismo que dice: «Si los padres no enseñan al niño dónde está Dios, los amigos se encargarán de enseñarle dónde no está».

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