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sábado, 27 de abril de 2013

Exgobernador Álvaro Villegas Moreno propone recuperar la casa natal del ingeniero José María Villa con fines turístico-culturales


Visita del exgobernador
Álvaro Villegas Moreno
Darío Sevillano Álvarez


El domingo 7 de abril, los sopetraneros tuvimos una importante visita que traía un mensaje de cultura y de amor por nuestros ancestros.


En su camioneta, el doctor Álvaro Villegas Moreno, nos visitó y nos pidió que lo lleváramos, a La Siberia, finca en donde había nacido el Genio de los Puentes Colgantes, José María Villa, que en los finales del siglo XIX, se anotó el triunfo de montar cuatro puentes colgantes sobre las aguas del río Cauca.


Aquí lo vemos con todos los bríos de líder político y enamorado de la ingeniería, toda vez que en la actualidad dirige con mucho acierto los destinos de la Sociedad Antioqueña de Ingenieros.


Dos importantes acompañantes le sirvieron de ángeles guardianes: los doctores Raúl Tamayo Gaviria y Gabriel Escobar Gaviria.


Obsérvenlos, muy entusiasmados, tomando la panorámica del valle del río.


Para nosotros esta es una visita especial porque están gestando un proyecto de titanes, en relación con la humilde vivienda en donde nació nuestro Violinista de los Puentes Colgantes.


Nuestro ilustre jefe y amigo revisa cuidadosamente las fotografías que ha logrado del valle, del puente y de toda esa hermosa región.


Como buen antioqueño, que siempre ha sido, el doctor Villegas se desplaza por el viejo camino, que Villa domó a fuerza de idas y venidas.


Su fortaleza es impresionante y con su actitud,
nos da una lección de vida.


Estamos llegando a la pequeña caja de pandora,
la humilde vivienda de los Villas.


Los viejos canes que cuidan la vivienda nos dan un saludo muy respetuoso porque saben que saben que traemos un mensaje de paz y de amor.


Al suave roce del viento tempranero, las catleyas aletean y nos muestran sus colores para presentarle un saludo respetuoso a nuestro Ilustre visitante.


El arbusto de alegría o de Navidad, que llamamos científicamente Drago, se desespera por mostrar sus colores y llegó a interesar tanto, a nuestro querido amigo, que ni corto ni perezoso, pidió un esqueje, para sembrar en su casa.


A esta fotografía le podemos decir «Una reunión de alto nivel, sin los formulismos de la elegancia y las buenas costumbres».

El doctor Villegas, hace las tomas del lugar
para llevar a su oficina de Medellín.

Gracias, doctor Álvaro Villegas, por sus bondades con Sopetrán;
gracias, queridos amigos, por querer sacar adelante nuestro viejo terruño.

Sopetrán, 10 de abril del 2013.
Darío Sevillano Álvarez

jueves, 25 de abril de 2013

José María Villa, el ingeniero de los puentes colgantes


Luis Fernando Múnera López



José María Villa Villa, un campesino inteligente y trabajador, lleno de sueños por cumplir, escaló las más grandes alturas de la ingeniería de su tiempo y dejó su huella en el desarrollo de Antioquia, en especial del Suroeste y del Occidente.


José María Villa Villa
(Fotografía de Meliton Rodríguez)


Conocimientos matemáticos y científicos, ética, conciencia social, capacidad de análisis y habilidad práctica fueron las calidades que lo distinguieron y le permitieron desarrollar su profesión con tanto éxito y con tanto beneficio para la comunidad

Nació en La Siberia, la finca de sus padres, localizada sobre la ladera de la montaña en la zona donde hoy está e corregimiento Horizontes de Sopetrán, a treinta kilómetros del casco urbano y a 2.100 m. s. n. m. La casa aún existe, yo estuve en ella y me emocionó sentir que esos fueron los terrenos, el paisaje, los campos de cultivo, los caminos que vio, pisó y amó José María Villa. Su vida transcurrió entre 1850 y 1913.

Paisaje del río Cauca y finca La Siberia,
cuna de José María Villa.
(Foto de Cristina Salazar)
  
Es un regalo inesperado para el espíritu encontrar que desde el corredor de esa casa puede verse a lo lejos (tal vez a unos cinco o seis kilómetros de distancia y mil setecientos metros más abajo) el puente de Occidente sobre el río Cauca, maravilla de la ingeniería antioqueña, construido por él hace ciento veinte años.

Villa Ingresó a la Escuela de Artes y Oficios de Medellín y después a la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Antioquia. La guerra civil de 1876 obligó al cierre de la Universidad. Ante la imposibilidad de continuar sus estudios en Colombia y gracias al apoyo de Pedro Justo Berrío, gobernador de Antioquia, viajó a Estados Unidos y se matriculó en el Instituto Stevens, en Hoboken, Nueva Jersey.

La Siberia, en Sopetrán
Finca donde nació José María Villa
(Foto del autor)

La continuación de la guerra obligó a suspender la ayuda que el Estado le enviaba, cuando apenas iba en la mitad de la carrera de ingeniería. Entonces recurrió a una propuesta brillante y atrevida: solicitó a la institución que le permitiera presentar los exámenes de las materias correspondientes a los dos años que le faltaban. Contra toda lógica, la universidad le aceptó el reto y, contra todo pronóstico, aprobó todas las pruebas y obtuvo el título. Fruto de la inteligencia y la tenacidad.

Su tesis de grado, sobre la Mecánica del calor, fue laureada. Rápidamente fue reconocido en el exigente medio estadounidense como un gran talento científico y práctico en matemáticas e ingeniería. Tomás Alva Edison, el gran físico e inventor, lo conoció, lo apreció y repetidamente lo invitó a trabajar con él.

José María Villa se vinculó como ingeniero en la construcción del puente colgante de Brooklyn, en Nueva York. Allí no sólo aprendió la teoría y la práctica de estas obras monumentales, que aplicaría más tarde en Antioquia, también observó cómo se desarrollaban, sobre la marcha, a medida que el trabajo avanzaba, teorías y técnicas nuevas para su
diseño y construcción. Ese método de trabajo dejó honda huella en su espíritu analítico y práctico.

Regresó a Antioquia en 1880. Además de la inestabilidad política y las guerras, el Estado estaba inmerso en una agitada ebullición social y económica. La colonización antioqueña hacia el sur y el occidente, amén de las actividades de minería, comercio y cultivo del café, hacían indispensable sortear el aislamiento geográfico por falta de medios de comunicación. Éste era un propósito tanto del Estado como de los empresarios privados.


El río Cauca constituía una barrera de envergadura. Los viajeros podían cruzarlo con gran dificultad y alto riesgo mediante barcas cautivas, vados o nado, cuando las aguas lo permitían. El ingeniero Villa centró su atención en la solución de las comunicaciones en el gran río.

 Barca cautiva en el río Cauca,
para transporte de personas, animales y carga.
(Dibujo de Hildebrand. Grabado de Moynet)

La primera iniciativa concreta nació en Suroeste antioqueño, específicamente el proyecto de un puente sobre el Cauca para el camino entre Jericó y Fredonia. Don Alonso Ángel obtuvo el privilegio para construir y explotar esa obra en el sitio Las Piedras, creó la sociedad constructora respectiva y contrató a José María para emprenderla. Este puente colgante tuvo una importancia enorme porque facilitó las comunicaciones entre el Suroeste y el resto de Antioquia, dando paso a las recuas de mulas, el transporte de ganado y el tránsito de pasajeros, fundamentales para el progreso de la región. La obra se hizo entre 1881 y 1885.



Puente colgante de la Iglesia, sobre el río Cauca
entre Fredonia y Jericó. Obra de José María Villa.
(Foto Melitón Rodríguez)

Cuando se terminó, la gente empezó a llamarlo el Puente de la Iglesia, por sus bellas torres con arcos góticos. Algunas mujeres se negaban a cruzarlo sin cubrir su cabeza con un pañuelo, por reverencia. Más adelante se llamó puente Iglesias. El peaje que se cobraba para el paso valía quince centavos por cada caballo, mula o res y cinco centavos por cada viajero de a pie o para el ganado menor. Esta maravilla, ¡ay!, fue dinamitada en el siglo XX para dar paso a otra construcción moderna.

Mientras esta obra estaba en proceso, un grupo de empresarios buscó a José María Villa para proponerle la construcción de otro puente sobre el Cauca en el camino entre Yarumal e Ituango, en el sitio Pescadero. Obviamente, Villa consideró difícil aceptar, por la enorme distancia entre los dos sitios, pero terminó recibiendo el contrato. Inició obras en 1882. Sin estar culminado, el puente tuvo que prestar servicio para el paso de tropas en la guerra de 1884 y 1885. Fueron tiempos difíciles por las confiscaciones y falta de dinero generados por la guerra. Villa tramitó préstamos en los que actuó como tomador y fiador. Finalmente el puente se entregó en 1886. También se destruyó en el siglo XX para dar paso a otra estructura. El sitio quedará inundado por el embalse de la central Hidroituango.

Puente colgante de Pescadero, sobre el río Cauca,
entre Yarumal e Ituango. Obra de José María Villa

Esos dos puentes permitieron a la gente conocer de primera mano la calidad de José María Villa, cuyo prestigio había llegado bien acreditado del exterior. Inclusive, algunos representantes del Gobierno del Estado manifestaron que los trabajos de este hombre eran impecables en su eficacia, economía, calidad y firmeza. Agregaron, incluso, que la remuneración obtenida no compensó los sacrificios que se había impuesto el ingeniero Villa en tan penosa labor.

Villa se destacaba también como persona sencilla y amable, sobria en el vestir, aunque orgullosa y respetuosa de su dignidad de ingeniero. La robustez de sus obras daba fe de la firmeza de su persona y de sus conocimientos. Le gustaban las tertulias con sus amigos, en medio de los aguardientes, en las cuales conversaban agradablemente de todo lo que ocurría a su alrededor.

En enero de 1887 el Ministerio de Fomento y el gobernador Marceliano Vélez concedieron a los señores Gómez Hermanos y Braulio Chavarriaga permiso «para construir un puente colgante sobre el río Cauca en el paso de La Pintada, en el camino de Lomitas a Arquía, pasando por los distritos de Santa Bárbara y Valparaíso». El sitio se llamaba así por una casa de hacienda cercana, la única que tenía la fachada pintada. El contrato también le fue adjudicado a José María Villa. La obra, culminada en 1892, permitió mejorar la comunicación de Antioquia con el sur de Colombia y reforzar el transporte desde el Suroeste antioqueño hacia el centro.

Le llegó la hora a la obra cumbre del ingeniero Villa, con la que soñaron tanto el joven José María como su padre allá arriba en La Siberia, su casa de Horizontes: El puente de Occidente para unir Sopetrán con Santa Fe de Antioquia. El gobernador Vélez estaba empeñado en mejorar las vías de Antioquia, en este caso el camino de occidente, buscando salida al mar por Urabá.

Puente colgante de Occidente, sobre el río Cauca,
entre Olaya y Santa Fe de Antioquia.
Obra de José María Villa.

En Santa Fe de Antioquia se conformó la Sociedad Puente de Occidente S. A., liderada por Enrique White y por el mismo gobernador, con la participación como socios, entre otros, del Estado de Antioquia, Carlos del Corral, Julio C. del Corral, Federico Villa, Julio Ferrer, Lucio Martínez y Alonso Ángel. Iniciaron labores en noviembre de 1887. Villa estaba feliz y optimista. Sabía a lo que se enfrentaba y ya había dicho: «La obra es practicable y está al alcance de los recursos con los que podemos contar».

Para garantizar esa factibilidad técnica y financiera, José María Villa se esforzó en encontrar un diseño que se acomodara a la magnitud del puente, 291 metros de largo, 167 toneladas de peso muerto y 95 toneladas de carga viva admisible. Y, lo más importante, la selección de los materiales que cumplieran con la resistencia, el peso y la durabilidad, y cuyo costo fuese accesible. Era fundamental planear cuidadosamente cuáles materiales y piezas debería importar y cuáles fabricarlos o procurárselos en la región.

El sitio de la obra se convirtió en una verdadera fábrica. Montó dos tejares para los ladrillos; varios aserríos para la madera de cedro amarillo, cedro negro y comino; una trenzadora para los cables, y un taller de forja y fundición. Cada una de las piezas se seleccionó mediante un riguroso análisis técnico y económico: millares de tuercas y tornillos, péndolas de suspensión, abrazaderas, guardacables, cables, alambres, varillas, galápagos, anclas, piezas de madera y más. Contrató en la región los artesanos más expertos y hábiles para cada labor.

Los cables son el principal elemento de soporte de la estructura y merecen mención detallada. Debían importarse, pues no había producción nacional, para transportarlos en vapor hasta Puerto Berrío y desde allí a lomo de mula hasta la obra. No podían venir trenzados, porque las mulas no podrían con el peso. Los hilos de acero del calibre n.° 11 BWG se trajeron en rollos pequeños.

Mediante ensayos de carga que les hizo a muestras del alambre, Villa calculó que debía sostener el puente con cuatro cables, cada uno conformado por un total de 798 alambres o hilos individuales. Después de un cuidadoso análisis, decidió que cada cable estaría conformado por 21 manojos de alambres y que cada manojo contendría 38 alambres trenzados. Los manojos se amarrarían entre sí mediante abrazaderas para formar un cable. De paso, digamos que la longitud total del alambre requerido ascendió a casi un millón de metros.

Puente de Occidente
El puente se sostiene en cuatro cables, cada cable está compuesto de 21 manojos y cada manojo, de 38 alambres trenzados.
Esta foto muestra un detalle de los 84 manojos de alambres.

Para el diseño del puente eran fundamentales las torres de apoyo y los anclajes de los cables. Igualmente, la resistencia de la estructura contra los fuertes vientos que soplan sobre el cauce del río. Para el diseño se ayudó de pequeños modelos del puente a escala que montó a la orilla del cauce para observar su comportamiento con el viento. Era indispensable conseguir que al soplar el viento, el puente no oscilara como si fuera una hamaca y, menos aún, que fuera a dar vuelta sobre sí mismo. Para ello había que comprobar la proporción adecuada entre la altura de las torres y la longitud del puente, así como la eficacia de los cables tensores laterales para contrarrestarlo.

Para poner los cables de lado a lado del río, el ingeniero Villa tendió sobre el cauce un puente peatonal de treinta centímetro de ancho y un cable delgado sobre el cual se desplazaba una polea o roldana, de su invención, que jalaba lentamente el cable. Seleccionó cuidadosamente los trabajadores que harían este delicado trabajo, no podían sufrir vértigo.

El puente se entregó el 27 de diciembre de 1894. Hasta el lugar llegaron gentes de Santa Fe de Antioquia, de Sopetrán y de Medellín, en alegres grupos. El día era una fiesta. En presencia de la concurrencia, encabezada por el gobernador de Antioquia y el obispo de Santa Fe de Antioquia, se hizo la prueba de carga de la estructura, metiendo en ella un elevado número de reses, que quedaron quince minutos mugiendo y pateando. El examen posterior mostró que la estructura no había cedido con la carga. El público estalló en aplausos y en gritos de «¡Viva José María Villa!», a los cuales éste contestaba: «¡Que beba!».

La presa de la central Hidroituango se está construyendo actualmente, segunda década del siglo XXI, a unos setenta kilómetros aguas abajo del puente de Occidente. Es pertinente mencionar que la altura de esta presa se limitó de tal manera que el embalse no fuera a inundar esta obra maestra de la ingeniería.

De esta historia hay todavía mucho para contar, pero suspendo aquí. Recomiendo leer los libros José María Villa, un genio desconocido, de Hernán Echeverri Coronado, y José María Villa, el violinista de los puentes colgantes, de Pilar Lozano.

Para cerrar retomo la reflexión inicial, aquella en la que destaqué las cinco principales características de la personalidad y el carácter de José María Villa. Pienso que el ejemplo de su vida entregada al estudio y al trabajo, su capacidad de análisis, su sentido práctico de la ingeniería, su honradez a toda prueba como individuo y como ingeniero, hacen de él un paradigma, un modelo de vida. Antioquia siempre estará en deuda con él.


Estos cuatro puentes colgantes sobre el río Cauca fueron mojones en el camino del progreso de Antioquia. No fueron fáciles, pero tampoco imposibles, pues en ellos se dio la conjunción perfecta del liderazgo y los conocimientos de un hombre excepcional como José María Villa, que supo acompañarse por artesanos y obreros hábiles y experimentados en tareas de albañilería, herrería, aserrío, carpintería, montaje de piezas, todos ellos trabajadores, osados, honrados y valerosos, capaces de enfrentarse a grandes retos y esfuerzos titánicos. Entre otras cosas ¿qué es todo esto si no una síntesis del espíritu antioqueño? El de antes, ¿y el de ahora? 

*

viernes, 19 de abril de 2013

Para futuras Semanas Santas


Lo bueno, lo malo y lo feo de la 
Semana Santa en Sopetrán.
Darío Sevillano Álvarez

Recordemos en primer lugar que nuestra semana santa está catalogada como una de las diez mejores de Colombia.

Una de las mejores cosas que nos pudieron haber pasado, es el hecho de que nuestro párroco adquirió seis nuevas imágenes de tamaño natural y esa razón solemnizó mucho las procesiones, porque la calidad de los pasos mejoró notablemente.

Es importante decir que aunque las imágenes son de buena calidad, no logran eclipsar las que teníamos, porque los escultores y talladores del momento no tienen las habilidades que tenían los viejos genios en estas labores.

Estas imágenes entraron a engrosar las filas de las figuras que servirán para hacer los pasos de tipo escultórico o individuales, de nuestras semanas santas.

Veamos algunos aspectos:


Esta es la cara de la nueva virgen que acompañará
las procesiones contentas de nuestra semana mayor.


A continuación, vean otras
de esas nuevas imágenes.





Otro aspecto muy importante de nuestra semana mayor, fue el hecho de que las personas que asistían a las procesiones, se comportaron muy bien y guardaron absoluto silencio, que es la mejor señal, de compromiso.


A pesar de la cantidad de feligreses,
el silencio, nunca falló.



En el Templo, a pesar de la abundancia de feligreses,
nunca nos pudimos quejar de malos comportamientos.


Estas dos fotografías, son prueba de lo que afirmo.



Hay un aspecto que vale la pena resaltar: Las personas que cargan las imágenes, a las que no se les paga por hacerlo, son más de las necesarias, y algunas se ofuscaban porque no les había tocado cargar los pasos.


Cada uno se responsabiliza de su trabajo.

Gracias a Jovany Carrillo y a su grupo de ayudantes, pudimos disfrutar de unos pasos que imitan a las mejores Semanas Santas de nuestra madre España.


Este es Jovany Carrillo a quien llamamos
cariñosamente Chayane.


También es digno de aplaudir el hecho de que las personas que viven en las calles por donde las procesiones pasan, las decoran con mucho esmero.


Así adornaban las casas en
donde se hacían las estaciones.


Cada estación, nos daba una sorpresa.


En la procesión de Once, todas las viviendas fueron decoradas.


La calle del Caño, como le gusta a Gabriel que se le diga, estaba como novia engalanada desde el viernes, hasta el domingo de resurrección.

En las cosas malas, podemos resaltar, que solo la Procesión de Resurrección fue respetada por los dueños de los carros, porque en las otras ocho procesiones, no faltaron los intrusos que dejaran sus vehículos mal atravesados para que dañaran el orden de nuestros desfiles religiosos.
Por normas elementales de cultura, debemos respetar cualquier manifestación religiosa, social o política porque nuestra constitución así lo ordena.
No entendí la labor de los tres agentes de policía que nos acompañaban, la de los dos agentes de tránsito ni la del grupo de apoyo, que eran más o menos unos veinte jovencitos de los colegios, porque cuando yo manejaba las Semanas Santas, ellos me garantizaban la tranquilidad absoluta de las calles y carreras que visitábamos y el grupo de apoyo se encargaba de organizar los feligreses, para que las procesiones fueran elegantemente realizadas.
En las grandes procesiones de España, el público se comporta de una manera muy diferente, porque cada persona toma su rol de participante y colabora con el orden de los desfiles religiosos.

Esto ocurrió el Domingo de Ramos.


Este vehículo se atravesó en la
penitencial del lunes.


Dos automóviles de turistas atravesaron
la procesión, el día miércoles.

Este se atravesó en el callejón más estrecho,
en la procesión de los Cristos.


Otra queja que tengo, respecto al mal comportamiento, es que en los días más importantes, Jueves y Viernes santos, algunos personajes estuvieran escuchando música moderna en sus equipos de sonido o en sus vehículos; ¿cómo quedaríamos de mal, si en un concierto de reggaetón, entonáramos una de las estaciones de Vidal?

Otra de mis quejas: los feligreses sopetraneros, a pesar de que siempre hemos asistido a las Semanas Santas, no nos vamos a acostumbrar a presentar nuestras procesiones, como siempre lo hemos dicho, en hileras dobles, por los laterales de las calles, porque todos queremos ir al pie del paso principal y del sacerdote, así nos estorbemos y nos pisemos y las demás imágenes casi siempre van solas.

Entre las cosas feas de la Semana Santa, encontré un problema, que aparentemente, no va a tener solución: A la banda que solemniza las procesiones, porque aquí tenemos tres o cuatro chirimías de mal sabor, que están conformadas por muy buenos músicos, que de alguna manera pertenecieron a la escuela oficial del Municipio y que por cualquier razón se retiraron y pusieron, como decimos en lenguaje vulgar, rancho aparte, pero como no ensayan, ni consultan, ni quieren matarse, para ganarse esos pesos, le dio por inventar unos trozos musicales, que sabrá Miruz, cómo se llaman, porque esta Semana Santa nos emborracharon con: Tu reinarás, que no es apropiado, para ninguna de las procesiones, porque en las contentas, como Palmas y Resurrección se deben interpretar marchas de solio y en las penitenciales se interpretan marchas fúnebres de muy buena calidad, para que ayuden a mantener el fervor de los asistentes; una pieza que tuve que llamar: La tres en uno, porque su introducción era la de Bercerat, la primera parte parecía de Manojito de claveles y la última era una mescolanza de notas parecidas a los enredos de la alquimia del medio evo; y con dos marchas fúnebres, no muy bien interpretadas, que a las personas que las conocemos, nos producen risa.

¿Si será justo que a estos músicos se les pague bien, por hacer el oso?


También me pareció de mal sabor el hecho de que algunas personas, a sabiendas de que los sábados no pasa el carro recolector de basuras, hubieran sacado sus desperdicios y los hubieran colocado en algunos sitios, por donde iba a pasar una de las grandes procesiones.

Todo lo que digo, es por el bien de nuestro pueblo y para que nuestras fiestas religiosas, sigan siendo de muy buena calidad.



Sopetrán, 8 de abril 8 del 2013.

*

domingo, 14 de abril de 2013

Normal Santa Teresita



En esta fecha, recibimos una gentil invitación
de la Normal Santa Teresita



Primera Muestra Institucional de Investigación Escolar
en La Normal Santa Teresita de Sopetrán
Darío Sevillano Álvarez


La rectora de nuestra Normal, Isabel Cristina Góez, inauguró la primera muestra escolar de investigación institucional en el Coliseo Mayor
de nuestra ciudad.


Con la asistencia de los delegados departamentales, el señor
jefe del Núcleo y otras autoridades municipales, se inaugura la muestra.


Los presentadores del acto fueron los alumnos del
ciclo profesional que, de verdad, lo hacen muy bien.


El público asistente se comportó a la
altura de las circunstancias.


Las heliconias, como siempre pasa en
nuestro clima tropical, se robaron el show.


El parque de banderas luce así:
La bandera de nuestra República y a su derecha l
a bandera de la Normal.


Esta profesora nos regala la narrativa de
un cuento muy bien lograda.

Estos dos alumnos del ciclo
nos regalan unas trovas.


El alma y genio constructor de todos estos actos,
doña Margarita Rosa Luján, está pendiente de todos los detalles.


Los logos de la Gobernación se exhiben
a los lados de la mesa principal.


Los miembros de la mesa principal escuchan
la interpretación musical del himno de la Normal.


En un pequeño descanso hicimos las medias onces
en la cafetería de la institución.


Los alumnos disfrutan de un buen servicio.

A continuación voy a mostrar algunas de las preguntas que servirán para elaborar los proyectos, que el jurado calificador seleccione para la gran final.



Los miembros del jurado deliberan.

Interesantísima pregunta, relacionada
con el medio ambiente.


La misma problemática, enfocada desde otro ángulo.


¡Vaya interesante pregunta!


Recordemos que el agua es la esencia d
e la vida en el planeta.



Este joven explica con lujo de detalles al jefe del Núcleo
los intríngulis de su proyecto.


Los miembros del jurado visitan los proyectos
y hacen preguntas muy interesantes.


Los alumnos observan, con mucha alegría,
las cosas buenas que pasan en el acto.

Este grupo de alumnas hace
los registros de visitantes.



Sopetrán, abril 11 del 2013.

*