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miércoles, 24 de agosto de 2011

Felicitaciónes al Ancianato de Yolombó y a la Hermana Josefina

Tomado de El Colombiano (11-08-22)  pág. 7a
 
La hermana Josefina no solo vela por el bienestar de los ancianos del Hogar Santa Ana, también les regala todo su cariño. Hasta el municipio llegó una donación que partió de España para mejorar la calidad de vida de los ancianos. Foto Jaime Pérez Yolombó.
 
Desde España llegó la poltrona para Libardo
 
Antioquia Publicado el 22 de agosto de 2011

LA TELEFÓNICA DE España, en asocio con la Telefónica Colombia y Sofasa, donaron el mobiliario de un edificio en Barcelona para un asilo de Yolombó que desde hace 12 años maneja una monja de ese país.

Voluntarios de Telefónica Colombia y de Sofasa
llegaron ayer al municipio deYolombó para la
entrega oficial del moviliario donado. Foto Jaime Pérez

A sus ochenta años, Raquel Madrigal anuncia que se va a casar. Y el afortunado será Darío Marín, que debe rondar por los mismos ochenta, "porque desde los 15 años nos conocemos, desde eso lo quiero", cuenta la viejita mientras la hermana Josefina le promete que va a ser su madrina y le aconseja que para que Darío no se arrepienta, "dígale que usted tiene menos, por ahí 60, 50 o 48".

Raquel, que tal vez ni le entiende el chiste, le responde con un "ay sí, yo como la quiero hermanita".

La monja, de nacionalidad española, se inunda de ternura y le responde con una frase también cargada de afecto: "y yo a usted Raquelita".

Todo ese manantial de amor tiene lugar en el Hogar Santa Ana, de Yolombó, un asilo en el que la hermana Josefina, de 81 años, trabaja desde hace 12 años y que acaba de ser beneficiado con una donación sin precedentes: la Telefónica de España, asociada con la Telefónica de Colombia y con el apoyo de Sofasa, le obsequiaron todo el mobiliario de un edificio en Barcelona para los ancianos de Yolombó.

Una obra que tuvo como artífice al peruano-español Roberto Torres, casado una sicóloga yolombina, a través de la cual él conoció a la monja y su obra.

"Yo conocí a la hermana Josefina en 2008, me pareció maravilloso que una monja española estuviera en una labor tan bella en un pueblito escondido de Colombia, y no sé, prometí que algún día la ayudaría", narra Roberto.

En 2009, la Telefónica de España decidió cambiar su edificio en Barcelona, incluido todo su mobiliario de oficina. Sillas, escritorios, lámparas, sofás, archivadores, televisores, mesas y demás. Estas cosas le dieron la luz a Roberto para acometer su obra social: él, empleado de la Telefónica, propuso el asilo para obsequiarle estos elementos.

A lo pachá
"Cuando él me ofreció eso fue una sorpresa maravillosa, pero yo le dije que de dónde íbamos a sacar plata para traer tanta cosa", recuerda la religiosa.

Roberto les pidió ayuda a varias empresas colombianas. Y la única que respondió positivamente fue Sofasa a través de uno de sus directivos.

"Me dijo que recogerían las cosas en Barcelona y las ponían en las puertas del asilo", lo que incluía transporte marítimo hasta Cartagena y por tierra hasta Yolombó.

Fueron cuatro contenedores que, hace varios días, llegaron al refugio senil en la localidad del Nordeste antioqueño.

Y dos años de tramitomanía complicada, pues Roberto Torres dice que la Aduana hizo todo muy complejo. Incluso impidió el ingreso de unas neveras, refrigeradores, equipos de enfermería, drogas y otros mobiliarios que habrían sido de gran servicio para el refugio.

Pero lo que llegó ha sido suficiente para llenar de confort a los viejos del asilo Santa Ana. Sus vidas cambiaron radicalmente.

Lo expresa Alfredo Zuleta, de 58 años, quien sufre problemas de motricidad, lo que no le impide reír y agradecer a Josefina lo que hace por él. "Ella es como mi mamá, me cuida y me protege. Cuando se va para su país, España, me quedo triste", dice este buen hombre.

La hermana afirma que a ella le pasa igual: "Cada tres años voy y viera la tristeza que siento allá pensando en ellos".

Gracias a la monja y a la Fundación para Ancianos de Yolombó, Alfredo y otros 35 viejos viven una ancianidad apacible y digna.

Libardo Sierra, de 88 años, por ejemplo, se siente feliz. "Tengo mi apartamento acá porque me ayudo pagando la pensión. Estos sofás que nos donaron son una maravilla, en ellos sí descansa uno".

Antes ellos se sentaban en taburetes de madera y sillas Rimax. Ahora descansan en cómodas poltronas y sofás.

En Santa Ana unos pocos pueden pagar, pero la inmensa mayoría no. Son beneficiarios totales de la obra.

La hermana Josefina extiende sus gracias a los Saldarriaga, una familia de Yolombó que es la mecenas del refugio. El párroco Nicolás Mejía agradece a la Gobernación de Antioquia y a la Alcaldía sus apoyos al asilo.

"La hermana es milagrosa, nos brinda amor, respeto y lucha por nosotros", dice Libardo, sentado en una cómoda poltrona de puro cuero que le llegó desde España y en la cual se siente como un pachá.

Contexto
Ayer se hizo la entrega oficial
Ayer al mediodía, las telefónicas de España y Colombia y Sofasa hicieron la entrega oficial de esta donación. En las afueras del asilo de Santa Ana se montó una carpa donde hubo palabras de agradecimiento y de júbilo por lo significativa y valiosa de esta obra que, según el peruano-español Roberto Torres, "demuestra que con la unión de varias empresas se pueden hacer grandes aportes sociales, que es el camino que deben tomar las empresas modernas por el bienestar de la sociedad". Hubo música, abrazos y tamales para rematar una jornada en donde el amor de la hermana Josefina por sus ancianos de Yolombó afloró en toda su plenitud.
 
Que a qué viene eso de Yolombó entre nosotros, me podrá preguntar alguno de nuestros paisanos que nos abren a lo largo y ancho del mundo.

Muy sencillo:

¿Yolombó tiene ancianos? Nosotros también y para allá vamos todos.

¿Yolombó tiene ancianato? Nosotros también y muy bien situado.

¿Yolombó tiene hermana Josefina? Nosotros tenemos a la doctora Suleima que se desvive por nuestros ancianos.

¿El Ancianato de Yolombó tiene poltronas? Qué dicha, el de nosotros tiene una sillitas Rimax con las que nos vamos bandeando y no podemos ser desagradecidos, al menos no se sientan en adobes.

Pero qué bueno sería, por ejemplo, unas sillas mecedorcitas de esas que venden en Sampués, y me acordé de Sampués porque hay alguien que nos abre en Sincelejo, cuya capacidad económica desconozco y de pronto no nos vuelve a abrir qué pena. Pero si hay algunos acomodaditos que ahora en diciembre se van a pasear a la costa y se nos puede echar una sillita de esas al capacete. Me consta que no son caras. Con que la traigan a Medellín que ahí vemos cómo la hacemos llegar a Sopetrán prometo foto con el viejito sentado en ella.

Pero no nos quedemos en las sillas mecedoras, nosotros también tenemos profesionales casadas con ejecutivos generosos como don Roberto o ser nuestros profesionales ejecutivos de éxito.
Qué bueno sería que este blog iniciara y tuviera éxito con campañas en bien de nuestro pueblo

Y al que nos abre en Yolombó, ojalá les muestre esta entrada a la Hermana Josefina y a los viejitos y les diga que aquí en Sopetrán nos alegramos con que ellos tengan un bienhechor como don Roberto, que ama a los viejitos paisanos y parientes de su esposa.

Y no menos será el agradecimiento a la Empresa Telefónica en sus seccionales española y Colombiana y a Sofasa.

Con estas ideas llamé a Don Darío esta mañana y le conté que iba a empezar a pedir cosas para nuestro pueblo y él ni corto ni perezoso salió a paso de camello a preparar un minidocumento de nuestro ancianato que complementa otras menciones que atrás hemos hecho.
Que conste que yo no le dije a Sevillano que escondiera las sillas finas y mostrara no más las Rimax. No. Él tomó lo que había.
El editor.

Aspectos importantes de nuestra
Casa de Bienestar para los Ancianos


Darío Sevillano Álvarez

Planta física de nuestro asilo.

Nuestros ancianos comparten las primeras horas de sol.

La construcción es muy amplia y está bien tenida.

Esta señora buscó la sombra protectora de un corpulento árbol.

Esta es una parte de la zona verde del establecimiento.

En este cuadro, aparecen las fotografías y los nombres de los ancianos.


Sopetrán, 23 de agosto del 2011.
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