Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

viernes, 15 de julio de 2016

Balance

Lo bueno, lo malo y lo feo de las fiestas de las frutas
Darío Sevillano Álvarez

Si todos lo recuerdan, nuestras fiestas de las frutas, nacieron en el año de 1929, cuando un grupo de ciudadanos ilustres de la época, entre los que estaba nuestro tío, Gerardo Sevillano Mejía, querían conseguir unos fondos para patrocinar las instituciones municipales, como el hospital, la escuela complementaria de la mujer, y otras más que corrían por cuenta del fisco municipal, porque para esa fecha, no existían el asilo ni el orfanato.

Esas primeras fiestas fueron todo un éxito, y en ellas no hubo ningún tributo, para la cerveza y el aguardiente, como ocurre en las modernas festividades, en donde esos dos entes, son los más exaltados.

Miremos de paso lo que hicieron: Ventas de comestibles de toda clase, en las que no faltaron las empanadas, que han sido lo que más se vende en las cercanías del templo, que para la época no tenía el atrio y solo contaba con una acera de ladrillos cocidos al horno; carreras de caballos en la calle real, que partían de la Guamala y llegaban a la plaza de Bolívar; un bazar, es decir, una venta de boletas para adquirir objetos , que están en sus estantes; concursos de juegos organizados, de trompo, baleros, bolas, carreras de encostalados, y todos aquellos juegos inocentes de gratos recuerdos, en la plaza principal; concursos de billar, en los cuales participaban personas como José María Álvarez, mi abuelo materno, que hacía hasta trescientas carambolas de fantasía, en un solo corte; serenatas que hacían los músicos merenderos, acompañadas de los tres instrumentos que conforman las estudiantinas: Tiple, lira y guitarra; paseos organizados a los que se les vendía el fiambre típico: Machuco de papa, carne frita, tajadas de plátano maduro, arroz, fríjoles y arepa.

Las fiestas no se volvieron a mentar, hasta la década del cuarenta, en que sin llamarlas fiestas de las frutas, la Sociedad de Mejoras Públicas, integrada por los señores Jesús Tamayo Gaviria, Arturo Girón, Emilio Bedoya, Gerardo Sevillano, Gerardo Holguín, Jaime Botero y otros que no recuerdo, hacían actividades que generaban dineros para ayudar al Orfanato que había sido fundado por el padre Gerardo Martínez M. que más tarde fuera el obispo de Garzón, y la madre Modesta de la comunidad de: hermanitas de los pobres de San Pedro Claver; al hospital San Juan de Dios que era regentado por las hermanas de la Presentación; a la Normal de Señoritas que había sido fundada por el señor cura el padre Zapata, el padre Abigail Gutiérrez y la Señorita Gabriela Correa, que era regentada por las Hermanas Carmelitas Descalzas Misioneras; a la escuela complementaria para capacitar a las mujeres en los oficios de puericultura y economía domésticas; y al liceo José María Villa que acababa de restaurar el presbítero Francisco Medina Pérez.

Pero en la década del cincuenta, la Sociedad de Mejoras Públicas introdujo unos bailes, por los que se cobraba el cover, en la casa que hoy es de la familia Araque Cañola, que eran amenizados por grupos de músicos sopetraneros, si así lo escribo, es porque yo era el director de uno de esos grupos y con este cambio, se dieron cuenta de que las ganancias de las fiestas mejoraban notablemente, porque había aparecido una nueva institución de beneficencia, el Asilo San Bartolomé, que fundaron entre el señor cura Reinaldo Carvajal y el Señor Bartolomé Peña y esta institución demandaba muchos gastos para su dotación.
Me parece que con esta determinación dimos un salto mortal, porque aquí,  nació la costumbre de meterle bailes en las noches a nuestras fiestas folclóricas.

Si todo se hubiera quedado en pequeños bailes, nada habría pasado, pero como la ambición rompe el saco, llegamos al exceso de tener en los tablados grandes orquestas, que atraen, todo tipo de públicos: prostitutas, tahúres, vendedores de todo tipo de sustancias alucinógenas, ladrones y borrachos a granel y con esta decisión nos tiramos en las fiestas.

Ahora hagamos un relato de las fiestas que acaban de pasar:
Aunque la voluntad del gobernante de turno, es buena porque quiere recuperar la parte folclórica y dejar a un lado los excesos con el alcohol, tenemos que recordar lo que dicen las estadísticas mundiales acerca de los vicos en que la humanidad está metida de lleno: El alcoholismo, el tabaquismo y la adición a las drogas están apoderados de un 96 % de los ciudadanos terrestres y estos males no tienen cura; por esta sola razón a cualquier gobernante le quedaría imposible luchar con esos flagelos para que no interfieran la calidad de las fiestas; pero se vuelve una imperiosa necesidad poner en práctica algunos trucos que debiliten la acción de los viciosos.

Recuerden que aquellos que no utilizamos estos tres vicios, llevamos al hombro los nombres de zanahorios, apendejados y bobalicones, porque según el criterio de la mayoría de las gentes: nada nos gusta.

El primer truco, consiste en no contratar orquestas muy famosas, para que los borrachines forasteros, no vengan a engrosar las filas de los que ya tenemos, que son bastantes y muy fastidiosos.

Recordemos que el objetivo principal de unas fiestas folclóricas, es la promoción de los artistas propios y de todos aquellos carismas que son de nuestros nativos.

El segundo truco sería limitar la cantidad de permisos, para vender bebidas alcohólicas y cobrar impuestos caros a esos expendios, porque las ofrecen hasta en las puertas de las casas, toda vez, que son las baratijas que más se venden.

Aunque resulte un poco doloroso, es importante decir que la parte folclórica de nuestras fiestas, fueron solo cuatro actos: el Desfile de la Edad Dorada; el Desfile de Silleteros, aunque el que hicimos perdió calidad frente a los de los años pasados;  el Desfile de Mitos y Leyendas, que parecía una caminada de las benditas ánimas del purgatorio, por las calles del poblado, toda vez que el público no lo acompañó, porque estaban ocupados velando sancocho; y la exposición de plástica que organizó la casa de la cultura.

Es digna de alabanza la mañana que la Policía Nacional les regalo a nuestros niños, porque fue una jornada sin alcohol.

Y a propósito de la Policía, es bueno decir que aunque la banda marcial que nos prestó para solemnizar el desfile de silleteros y que no pudo hacerlo, por un inconveniente en el túnel, luego mostró toda su belleza artística por las calles del poblado, a las ocho de la noche.

El Festival del Sancocho, que hubiera podido ser una buena manifestación folclórica de nuestros platos especiales, no tuvo la brillantez que necesitaba, por la hora en que empezó, una de la tarde, y por la poca participación de las familias sopetraneras.

Me parece justo, que cuando la reina de un pueblo, va en una carroza, ésta vaya bien arreglada, por respeto a su majestad.

Como soy, el que asiste técnicamente el reloj de la Basílica, estuve dos veces mirando algún problema que presentaba la máquina y no sé, como los sacerdotes celebraban las funciones del culto, en medio de aquella algarabía.

Para futuros eventos, se deben habilitar lugares en la periferia de la ciudad, en donde se puedan parquear las motos y los carros, lógicamente bien vigilados, para que los amigos de los ajeno, no vayan a hacer su abril y a los vehículos o motos que se parqueen en las vías públicas, hacerles partes bien costosos, para que aprendan a respetar el espacio público y los lugares por donde se van a desplazar los desfiles, como se hace en las grandes urbes, que manejan turismo a granel, como Buga y Jericó,  porque estos eventos pierden mucha gracia, cuando encuentran todo tipo de estorbos.

Es saludable felicitar a las autoridades, porque el orden público, no se descompuso en ningún momento, a pesar de la cantidad exagerada de gente que siempre hubo en el parque.

También son dignos de una felicitación todos aquellos ciudadanos que de una u otra forma colaboraron, para que las cosas que hicieron, pudieran salir adelante.

Como punto final, se les debe pedir a las juntas organizadoras de las fiestas, que se preocupen por cumplir los horarios, porque se está volviendo ley y es un mal comportamiento, que anuncia un acto, para una hora y pasa hasta hora y media y el acto no ha empezado.
Recuerden que esto produce cansancio y por esa razón, muchas personas no asisten a ellos.

No utilicé fotografías, porque las comparaciones siempre resultan odiosas.

Tampoco quise resaltar ningún aspecto del escrito, porque lo que estoy diciendo es algo que escribo con mucho amor por mi pueblo.



Sopetrán, Julio 4 del 2016.

*

No hay comentarios: