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jueves, 5 de enero de 2012

Arquitectura sopetranera
Fascículo 1
Darío Sevillano Álvarez


Templo Parroquial de Nuestra Señora de La Asunción de Sopetrán, diseñado por don Juan Buesso de Valdés y empezado a construir en el año de 1674.
Introducción
El documento que nos presenta Don Darío Sevillano nos llevara en un viaje a través del tiempo de  la arquitectura sopetranera en relación con el paisaje y con lo urbano. Será la solución para conservar nuestra cultura y nuestra calidad de vida, que mirada dentro de un contexto ecológico, se convertirá en un reto para nuestra generación la preservación de ella, teniendo en cuenta que nuestros políticos y nuestros dirigentes están caracterizados por contar con una cultura industrial y una falta de conocimientos de nuestras raíces, por consiguiente, una carencia de criterios para no destruir este conjunto de obras arquitectónicas que reflejan nuestro pasado y presente de nuestro pueblo.

En su afán por mejorarlo, los sacerdotes han hecho unas revolturas de órdenes arquitectónicos, como este rosetón de arte gótico, que remplazó a la vieja claraboya de arte romano simple o toscano.

Para lograr entender un poco este concepto debemos remontarnos a analizar cómo nuestra cultura cambio desde principios del siglo pasado. La revolución industrial, la Era del Acero, la sistematización, la industrialización, cambiaron nuestra vida para siempre, por lo cual la ciudad no es el inevitable resultado de las actividades constructoras de una sociedad. Una ciudad puede ser construida y luego prosperar solo si representa la meta colectiva de los individuos, de la sociedad y de las instituciones. Una ciudad no es un accidente, pero sí el resultado de visiones y de objetivos coherentes. Es una invención del espíritu humano. Sin esta idea guiadora no habría civilización urbana.

La era industrial trajo consigo la zonificación funcional, popularizada por la carta de Atenas de 1931, fue una técnica para el desarrollo industrial, en contravía de sus pretensiones universales. Es el instrumento para la expansión industrial, tan efectivo como rudimentario. Ella inevitablemente conduce a la ruptura de asentamientos polifuncionales integrados (ciudades, parroquias, pueblos dormitorio, centro comerciales, zona industriales, centros de negocios, etc.), como en nuestro caso vemos unos buenos ejemplos en ciudades como Medellín, Bogotá, Cali, entre otras, y también,  con timidez, pero siendo ya una realidad, en Santa Fe de Antioquia y en San Jerónimo.

La zonificación en vez de estimular la integración orgánica de las funciones urbanas, impone su segregación mecánica. Aunque los controles de ruido y polución permiten la integración o proximidad de la mayoría de los lugares de trabajo, con otros usos, la zonificación perpetua y la separación de funciones siendo innecesarias y anacrónicas ya que es antiurbano y antiecológico.

Estatua colosal de San Roque, incrustada en la torre derecha del templo, antiguo patrono de Córdoba, en donde nació Sopetrán en  1616.

El objeto fundamental de la zonificación es organizar cada parte del territorio de tal forma que el ciudadano pueda realizar sólo una función en un solo lugar a la vez. El segundo objetivo de la zonificación es la movilización diaria de toda la sociedad (adultos, ancianos, jóvenes, niños, bebés, enfermos y saludables, pobres y ricos, empleados y desempleados) para acometer las simples tareas diarias. La zonificación ha hecho extremadamente compleja y derrochadora la vida moderna, en términos de tiempo y de transporte. La consecuencia más notable de la zonificación funcional garantizar el máximo consumo de unidades de tiempo, energía, equipamiento y tierra para la ejecución de las funciones diarias de toda sociedad.

Estatua colosal de San Nicolás de Bari, incrustada en la torre izquierda, otra de las parroquias que integraban el viejo Sopetrán.

La circulación de la gente, los bienes y la información representan la principal actividad de metabolismo industrial del hombre con la naturaleza.

Calles, carreteras, canales, corredores aéreos, tubería y cableado constituyen el sistema arterial de esta sociedad atomizada. El carro, el metro, el avión, las computadoras, el teléfono, la internet y la televisión son sus principales instrumentos, las extensiones necesarias del cuerpo humano y de la mente.

Columna recién remodelada, ellas fueron en un principio toscanas, pero en las remodelaciones han sufridos varias transformaciones, como ponerles hojas de acanto que pertenecen al romano compuesto, una pintura imitación mármol que no pertenece a este templo y un mosaico imitación ladrillo que pertenece al arte moderno.

La zonificación funcional reemplaza el orden orgánico de la sociedad con el desorden mecánico de los suburbios y la ausencia de verdaderos centros y centralidades.

La fragmentación de una sociedad genera instantáneamente la destrucción del campo, de los bosques, de la naturaleza y de los recursos naturales y humanos en simples estadísticas expresadas en índices  y densidades.

La lógica industrial parece estar en conflicto con la lógica social y con la ecológica, la lógica ética con la estética. Transforma a cada ciudadano en un potencial e involuntario agente de desperdicio de energía-

El metabolismo entre los barrios y del el centro están condenados desde el principio a una fatal corrosión. Esta fatalidad debe ser reversada si hemos de evitar promover nuevas formas de barbarismo. La movilidad obligatoria de las masas suburbanas representa una amenaza a la ciudad y al campo. Este síndrome moderno puede ser controlado únicamente a través del desarrollo de un centro urbano dentro de los suburbios. La economía urbana no crecerá por expansión hacia el campo adyacente o hacia un sobredesarrollo de los centros históricos, pero más bien a través de un redesarrollo y crecimiento internos de los suburbios.

Las labores de desarrollo en los centros históricos deberían ser redefinidas según las siguientes metas: definir sus parámetros y completar las aéreas de construcción, tipos de calle y plazas públicas, técnicas de construcción y de arquitectura en armonía con los patrones existentes, ajustar lotes de distintas proporciones y usos a las capacidades estructurales del municipio o barrio existente, introducir todas las funciones urbanas a distancia peatonal una de otra.

Todo el mantenimiento, conservación, restauración y reconstrucción debería usar técnicas de construcción tradicionales.

Vemos entonces cómo la economía modela nuestro ambiente, en efecto, podría ser que la mayoría de edificios construidos en el futuro por una economía de mercado fuera una sucesión de intereses particulares y no comunes de toda una población, por ello el desarrollo industrial que realizan nuestros actuales legisladores, arquitectos y proyectistas están sirviendo al interés privado.

Si los mecanismos del mercado libre y el centralismo estatal han demostrado incapacidad de crear un verdadero dominio público uno tiene que concluir que las autoridades públicas pueden ser las adecuadas para contratar planes maestros con profesionales independientes.

En la fotografía se aprecian algunas de las revolturas de orden arquitectónico como: Las hojas de acanto, tanto en los capiteles, como en los arcos y la moldura ornamental: Torcidos, que acompaña a la faja del arquitrabe

Es muy frecuentemente olvidado en nuestros países que las ciudades y el campo no son transformadas por actividades caóticas, incontroladas, pero más bien por decisiones políticas y legislativas que determinan densidades residenciales, zonificación, uso del suelo, índices de ocupación y alturas, como también la forma, apariencia y finalmente el significado de edificio o construcción. La estructura y apariencia de las ciudades y del campo como cualquier organismo vivo, natural debe de tener límites definidos, debe de tener un tamaño máximo y uno mínimo en términos de área y de volumen, el perfil de una ciudad y el número de habitantes y las actividades que pueda contener y ser desarrolladas.

Exactamente como un individuo que ha alcanzado la madurez, una ciudad «madura» no puede seguir agrandándose sin perder la calidad  de vida. Tal como una familia, una ciudad puede crecer siendo esta policéntrica y polinuclear.

La unidad de construcción básica de la ciudad policéntrica es el barrio autónomo, una verdadera ciudad dentro de la ciudad.

En la administración del padre Gerardo Martínez Madrigal, que luego fue ordenado obispo y ejerció en la diócesis de Garzón, fueron importados dos ángeles de mármol de carrara, para portar los dispensadores del agua bendita, que sirve como sacramental a los fieles.

La arquitectura tradicional no es algo que pueda ser adquirido de una vez y por todas, no se compra en un almacén. Es transmitida de individuo a individuo y su calidad crece con cada generación. Puede desintegrarse de repente después de alcanzar grandes logros. Una ciudad como un organismo vivo, se encuentra a sí mismo en un permanente proceso de reconstrucción.

La arquitectura tradicional se conserva como un lenguaje vivo, como lo veremos en este documento que nos lleva en un viaje a través del tiempo donde por varias generaciones fueron construyendo un pueblo llamado Sopetrán, que relata y nos muestra de manera práctica su arquitectura, sus espacios públicos, sus calles que durante siglos se han construidos en un valor arquitectónico y un legado para nuestros descendientes, en este documento podremos aprender su gramática y usar su vocabulario.

Todos los edificios, grandes o pequeños, públicos o privados, tienen una cara pública, una fachada, ellos por lo tanto, sin excepción, tienen un efecto positivo o negativo, en la calidad de vida, enriqueciendo o empobreciendo en una forma duradera y radical nuestro hábitat. La arquitectura de la ciudad y su espacio público es un tema de interés común en la misma proporción a las leyes y el idioma; ella es la base la civilidad y la civilización. Sin una aceptación común no podría haber constitución ni mantenimiento de una vida civilizada normal. Ella no puede ser impuesta. Y aun «el hogar» sobrevive en todos nosotros como el refugio más profundo. La noción de hogar aun tiene significado fundamental para cada uno de nosotros porque venimos de alguna parte y todos sentimos la necesidad de pertenecer. Si este deseo no es satisfecho se convierte en dolor. Nuestro ideal de ciudad hermosa, de una casa hermosa, no es utópico; como tampoco es la fantasía. Lo esencial en este arte no es tanto la belleza de las ideas sino la belleza de los resultados, de lo que el ojo puede ver desde el detalle a la totalidad, sin preparación o explicación alguna. Ante el panorama de una ciudad bella, frecuentemente somos golpeados por la esplendida coherencia del todo, la forma, la intención, los materiales y los colores. Por otro lado, nada puede ser más aburrido que la fealdad, no existe defensa contra sus fuertes efectos corrosivos. Una bella construcción por sí misma es incapaz de mejorar un miserable asentamiento, pero una fea y única construcción, puede matar el espíritu de una ciudad orgullosa. La belleza de un conjunto, de una ciudad o de un paisaje representa un estado de equilibrio extremadamente vulnerable o frágil. Al crear o transformar ciudades nos creamos a nosotros mismos. Nuestros más queridos recuerdos generan el veneno del remordimiento, de perdida irrecuperable e incluso de odio por los que más apreciamos. Una bella ciudad como Sopetrán, una bella casa sopetranera, son nuestro hogar para todos, un hogar universal. Pero si perdemos este objetivo construiremos nuestro propio exilio aquí en la tierra. Para evitar este exilio debemos de conocer y amar lo que por tanto tiempo nuestros antepasados nos han dejado como legado y que magistralmente don Darío Sevillano ha recogido y recopilado para que este lenguaje vivo de una ciudad bella de la que muy pocos conocen su gramática y su lenguaje, pueda valorar y transmitir de generación en generación antes de que la modernidad destruya  nuestro hogar, y sin que nos demos cuenta estemos cavando nuestra propia destrucción.

Jorge Jhon Vieira Hoyos
En cada una de las ventanas del templo, hay un vitral que representa uno de los sacramentos; este es el del matrimonio.

Comentarios al tratado de Arquitectura sopetranerade don Darío sevillano Álvarez.

He tenido el deleite de admirar con ojos y mente la calidez y la cientificidad del trabajo realizado por don Darío Sevillano sobre la Arquitectura sopetranera, que mediante una formidable redacción, no exenta de su crítica implacable como es su estilo, e ilustrada con una colección de fotografías policromas, diseños, mapas y bocetos, me presentó como un regalo de Navidad el 22 de diciembre de 2009.

Este valioso «aguinaldo» nos presenta las construcciones de Sopetrán, desde los bohíos en donde habitaban los indios, antes de la llegada de los españoles, cuando nuestro pueblo era conocido como Las Guamas, hasta nuestros días. Las construcciones que conformaron la historia arquitectónica de nuestro pueblo, sólo existen en el papel, ya sea en los escritos o en las fotografías de la época, razón por la cual, el trabajo de don Darío constituye en una joya de la memoria cultura! de Sopetrán.

En un ingente esfuerzo del autor, van apareciendo las maravillas arquitectónicas sopetraneras, que a fuerza de verlas todos los días, pasan inadvertidas a los ojos del pueblo, pero que son captadas por la lente escrutadora de don Darío, para hacerlas visibles a los ojos de propios y visitantes. Allí desfilan las construcciones antiguas y modernas con detalles exteriores e interiores, corredores, salas, comedores, zaguanes, puertas, ventanas, postigos, aceras y antejardines,

Capítulo aparte merece el Patrimonio Arquitectónico Religioso, en el cual describe el majestuoso templo parroquia!, La Iglesia de la Asunción y las Capillas antigua y moderna de Córdoba, la de Horizontes, del Sagrado Corazón de Jesús, de San Rafael y de San Nicolás.

Se ocupa luego de las edificaciones modernas, públicas y privadas, y de la remodelación de la plaza, indicando los aciertos y los desaciertos en que incurrieron los gestores de las construcciones y reformas.

Este genuino y formidable trabajo es único en su conformación y en su contenido, y sólo se le ocurrió a la mente inquieta del maestro Darío Sevillano Álvarez.

Cordial felicitación.






Gerardo Zapata García

Talla de madera en el altar del Señor Caído.

Prólogo del autor

A pesar de que nuestro pueblo, goza de una buena arquitectura, basada en muchas etnias importantes de la tierra, nadie se ha atrevido a trabajar este tema, no sabemos si por falta de gusto; falta de tiempo; o pereza para manejar sus contenidos.

En el año de 1989, me decidí a hacer un estudio cuidadoso del tema y encontré, cosas maravillosas, relacionadas con nuestra civilización, porque la arquitectura es una consecuencia lógica de etnias, que han habitado nuestras tierras.

Debemos recordar que la gente sopetranera no es una raza cualquiera, porque tiene raíces en dieciocho civilizaciones importantes de la Tierra, tales como los romanos, los griegos, los asirios, los caldeos, los iberos, los celtas, los celtiberos, los godos, los visigodos, los cartagineses, los nilóticos, los siberianos, los bantúes, los pigmeos, los bosquimanos, los polinesios y los melanesios.

Fue tanta la alegría que sentí, que sin ahorrar esfuerzos, ni viajes, ni tropiezos, me decidí a buscar el material adecuado y la preparación necesaria, para manejar el tema, porque es una materia, que tiene muchos contenidos, que un principiante no conoce.

Cuando tuve todo lo que creía iba a ser un buen trabajo, me dirigí al doctor Gabriel Jaime Arango, que para la época, era el jefe de Extensión Cultural del Departamento de Antioquia y le conté mi propósito, a lo cual él replicó: Voy a conseguir dos personas que sepan de arquitectura para que te orienten.

Los resultados fueron desastrosos, porque las dos arquitectas, se llevaron mis memorias y mis fotografías y luego editaron un borrador de libro, que nunca se imprimió y adoptaron la obra como concebida por ellas; la única participación mía, era haberlas acompañado a buscar los materiales.

El borrador permaneció guardado en un armario de mi casa, hasta el día 10 de Septiembre del 2009, cuando me resolví a escribir lo que tengo en mente acerca de la arquitectura Sopetranera.

Pero vaya sorpresa, encontré que el material estaba desactualizado y viejo y me di a la tarea, de buscar las cosas nuevas  que pudieran relacionarse con mi cometido.

Gracias a este tropiezo, que el destino me jugaba, tenía resuelto el mayor problema: Había guardado las fotografías del Sopetrán de ayer y estaba reclutando las del Sopetrán de hoy; que es la mejor forma, para demostrar el mal trato que nuestra arquitectura ha recibido.

La obra es un relato agradable, sencillo y con las explicaciones correspondientes, del recorrido que realicé, por nuestras calles, carreras, corregimientos y edificios, en el cual, recogí todos los elementos necesarios, de esta disciplina y estoy seguro de que todos ustedes, van a disfrutar las bellezas arquitectónicas, los gráficos y de los perfiles que incluyo y van a aprender a cuidar lo que tenemos, para que nuestros hijos y la posteridad, tengan la oportunidad de conocer el legado de la multietnia sopetranera.

Sopetrán, Septiembre 30 del 2009.

Darío Sevillano Álvarez.



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Arquitectura sopetranera
Darío Sevillano Álvarez

Introduccióm

El Sopetrán de Colombia, rinconcito del departamento de Antioquia, en donde la naturaleza se regaló, con todas sus bondades, es uno de esos lugares amañadores de la Tierra, en donde se encuentra desde una fruta tropical hasta una mujer hermosa.

 Otra talla del mismo altar.

Una de las grandes características de nuestro pueblo, es el hecho histórico, muy importante: Los descubridores y los conquistadores de las tierras de América, buscaban sus campos para vivir cómodamente en ellos, por muchas razones, tales como tierras de clima cálido seco; suelos muy hábiles para la agricultura, por el hecho de ser bañados por los limos de las grandes quebradas y ríos; la abundancia de bosque secos tropicales que propiciaban una cacería abundante; la fruticultura silvestre, fácil de manejar; los grandes caudales que atravesaban su topografía, llenos de especies acuáticas, que mantenían estable la pesca y las minas de sal de Córdoba, que eran las protagonistas número uno, dada la razón de que la sal servía para los ganados que acababan de importar y era el elemento indispensable para dar gusto a los alimentos y mantenerlos en buen estado.

Estas circunstancias, fueron propiciando migraciones continuas de muchas partes del viejo mundo y como cada familia venía de civilizaciones distintas, esos matices culturales, fueron los generadores de nuestra arquitectura, honra y orgullo, del terruño, que en la actualidad luce espléndido y mudo ante las nuevas generaciones.

Vamos a hacer un recorrido por muchos lugares de nuestro pueblo, para que disfruten de esos rasgos arquitectónicos, casi exclusivos de nuestra etnia, que proclaman la grandeza de quienes nos antecedieron.

Nuestras tapias de tierra pisada;
nuestros grandes caserones de arte republicano;
los recintos privados que protegen;
y los hermosos jardines que los acompañan
no han permitido que caigamos en el olvido
y día a día, rejuvenecen la vida de esos mudos testigos
de un pasado mejor.
 Antigua casa situada en el cruce de la calle Luciano Carvalho con carrera  Córdoba

Un poco de historia

Sopetrán, un municipio privilegiado de Antioquia, por sus características geográficas, culturales, religiosas y por sus recursos naturales ha sido cuna de ilustres culturas desde los tiempos prehistóricos.  Si recordamos las épocas precolombinas, estuvo habitado por los indios guacas o guamas, que vivían de la agricultura, la caza, la pesca y la compactación de la sal. Si ponemos los ojos en la Conquista y en la Colonia observamos con mucho agrado que fue poblado por grandes grupos de familias europeas, cada una de las cuales traía su propia cultura. Si miramos el presente, somos un pueblo pujante que cuenta con una economía cimentada en la agricultura y la producción de pulpa de frutas; la ganadería, que ocupa grandes extensiones de nuestro terruño; la industria textil, que emplea muchas personas cabezas de familia; el turismo, que se perfila como el elemento dinamizador de la época; el poder mágico de la construcción y las pequeñas industrias.
Aspecto del parque La Ceiba, cuyo nombre oficial es plaza de Bolívar.

Sopetrán, 3 de enero del 2012.

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